Los incrédulos le pidieron a San Virila que hiciera algún milagro para poder creer. San Virila les preguntó qué milagro les gustaría ver.
- Haz florecer el desierto- pidieron los incrédulos.
San Virila hizo un movimiento con su mano derecha, y el desierto floreció. Los incrédulos cayeron de rodillas. Pero entonces sucedió algo extraordinario: San Virila hizo otro movimiento con su mano izquierda, y todos los jardines que en el mundo había quedaron convertidos en desierto.
- ¿Por qué hiciste eso?- preguntaron estupefactos los incrédulos.
- Para restablecer la armonía universal -les contestó Virila-. El equilibrio de la naturaleza es el mayor milagro que hay. Los hombres no lo debemos perturbar, ni siquiera para hacer milagros.
¡Hasta mañana!..