Cuando conocí a don Abundio él era todavía un torbellino.
A la salida del sol ya estaba trabajando. Se afanaba en las caballerizas, en el establo, en la huerta y la labor. Cuidaba de sus asuntos (y de los ajenos, decía doña Rosa, su mujer). Vigilaba las faenas de los jornaleros. Iba y venía por todas partes. Sólo cuando caía la noche caía él en su casa.
Ahora ya no. Se acerca a los 90 años, y toma las cosas con calma. Cultiva su jardín; oye en el radio "La tremenda corte" y "El Ojo de Vidrio"; se sienta a ver pasar a las muchachas que van camino de la tienda.
Me dice don Abundio:
- Licenciado: cuando uno tiene menos tiempo es cuando más tiempo tiene.
Y no lo dice con voz triste, sino con tono alegre.
¡Hasta mañana!..