San Virila era portero en su convento. Un día alguien llamó a la puerta. La abrió San Virila, y tras reconocer al visitante fue con el padre superior. Le dijo:
-Está aquí un representante de Cristo en la Tierra.
-¿Es un obispo? -preguntó el superior.
-No, -respondió San Virila-. Alguien más importante.
-¿Un cardenal? -se inquietó el superior.
-Tampoco -dijo el santo-. Alguien más importante todavía.
-¡Oh, Dios! -exclamó el superior-. ¿Acaso nos visita el Santo Padre?
-No, -replicó San Virila-. Es el más auténtico y verdadero representante de Cristo en la Tierra.
Con rápidos pasos fue a la puerta el superior, y vio ahí a un pobre.
¡Hasta mañana!...