San Virila fue al pueblo a buscar el pan para los pobres.
En el mercado fue con Juan el panadero, y le pidió un pan. Pero el hombre era avaro, cicatero, y lo negó.
-Qué lástima -le dijo San Virila-. Si me hubieras dado el pan la gente habría visto un gran milagro.
Pensó Juan que el frailecito iba a multiplicar el pan, y le dio uno. San Virila se volvió entonces ante el corro de gente que se había reunido para ver aquello, y exclamó con alegría:
-¡Milagro! ¡Juan el panadero me ha regalado un pan!
La gente rió, contenta. Cada quién compró un pan para darlo al frailecito, y así también Juan quedó contento.
Cuando volvió a la casa los hermanos de San Virila le preguntaron si ese día había hecho algún milagro.
-Vi uno -respondió él-, pero no lo hice yo.
¡Hasta mañana!...