El Colegio de San Juan Nepomuceno llevó a cabo por muchos años, hasta los primeros del pasado siglo, una labor muy importante en Saltillo, mi ciudad.
Con decir que ese plantel fue obra de jesuitas ya se dice todo. Los padres de la Compañíía formaron a muchas generaciones en la verdad y el bien. Les transmitieron los valores de Loyola, y les mostraron el camino bueno. Mi padre se educó en ese colegio. Su vida fue claro testimonio de la tarea de los ignacianos.
José Roberto Mendirichaga, excelente historiador, escribió con talento y emoción la historia del Colegio de San Juan. Leer su libro es evocar una de las mejores páginas en la rica tradición educativa de Saltillo. Aún no nacía yo cuando el plantel hubo de desaparecer por la violencia de los hombres. Pero la semilla que sembraron los jesuitas dio abundante fruto que sigue entre nosotros.
Aportación de gran valía hace José Roberto a la historia de mi ciudad y de mi estado. Por ella le doy las gracias, y por el don de su amistad.
¡Hasta mañana!
