José Emilio Pacheco estuvo una vez en mi ciudad, Saltillo, y dijo ahí que es uno de mis cuatro lectores.
Yo, sin merecerlo, soy desde la juventud uno de los deslumbrados leedores de este inmenso poeta, la voz más alta y clara que tiene ahora la poesía en México.
Sospecho que los poetas son siempre seres solitarios. Sólo desde la soledad puede el poeta acompañar a quienes no lo somos. Los premios, creo, son un alivio temporal para aquéllos que de sus soledades vienen y a sus soledades van.
El Premio Cervantes que España entrega a este mexicano pone luz en la actual oscuridad de México. La palabra de José Emilio Pacheco nos redime a todos. Por él somos un poco menos malos. El poeta toma a la vida por los hombros y la sacude para que diga sus secretos. Luego los escribe y nos los entrega. Le doy gracias a José Emilio Pacheco por revelarnos el misterio de la belleza, y la belleza del misterio.
¡Hasta mañana!...