Llegó a destiempo, y me dijo sin darme tiempo para nada:
-Soy el tiempo.
No respondí, pues pensé que iba a pasar. El tiempo siempre pasa. Tal es su oficio principal, a más del de curar pesares. Sin embargo, no pasó el tiempo. Se quedó, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y me dijo:
-Ustedes hablan de "perder el tiempo". Pero yo no me pierdo nunca. Los que se pierden son ustedes. Yo soy eterno. Se pierden los que me pierden.
Así me dijo el tiempo. Y añadió luego mirando su reloj:
-Y ahora me voy. No quiero hacerlo perder su tiempo.
Yo quise decirle:
-Gracias.
Pero ya no me dio tiempo.
¡Hasta mañana!..