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MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Subes y subes por la cuesta de Jamé hasta llegar al Puerto de Maravillas. De ahí todo es bajada hasta el Potrero.

Pues bien: suelo decir que en el Puerto me detengo, cavo un pozo, y en él echo dos cosas: dieta y preocupaciones. Y es que en Ábrego toda inquietud se olvida, y es pecado no disfrutar las galas de cocina que nos brinda ese paradisiaco lugar.

No hay dieta para mí tampoco en estos días de la Navidad. ¿Podría renunciar acaso a los tamales saltilleros, con su rico recaudo de puerco, pollo o dulce? ¿Dejaré de comer los etéreos buñuelos que se deshacen en la boca como si fueran beso de ángel? ¿No beberé este ponche matafríos con tripas de aguardiente o ron; o el inefable champurrado que pone un dulce fuego en la barriga?

Dios me perdone, y el doctor también. Llegará el 7 de enero. Si a él llego pasaré de la gordura a la cordura, y volveré a preocuparme del peso y de la panza. Por ahora todas las noches son noches buenas, y todos los días Navidad. Luego... ¿Quién piensa ahora en luego?

¡Hasta mañana!..

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