Iba por el camino San Virila, y vio a un pobre que temblaba de frío. Era invierno; soplaba un viento helado; caía sobre los hombres y las cosas la cellisca.
El frailecito sintió lástima del infeliz. Alzó la mano al cielo y dijo una oración. Las nieblas se apartaron, y de lo alto bajó un rayito de sol que rodeó al hombre con un círculo de luz y de calor.
Aquel milagro asombró al pueblo. El rayo de sol seguía al hombre por donde iba. Si otro pobre se acercaba, el círculo se hacía mayor para abarcarlo. Pero si se acercaba un rico el círculo se hacía más pequeño.
La gente le preguntaba a San Virila por qué sucedía eso. Y él se encogía de hombros.
-¿Cómo voy a saberlo? -contestaba-. Yo puedo hacer milagros, pero no sé explicarlos.
¡Hasta mañana!..