John Dee estaba triste. El año se le había ido como agua entre los dedos. Había leído mucho, sí; pero leer no es todo. Había escrito mucho, sí; pero escribir es nada. Sufría en su interior John Dee; se preguntaba a dónde se habían ido aquellos 365 días que perdió.
En eso escuchó ruidos alegres en el patio: reía su mujer, gritaba su hijo, ladraba su perro, y el viejo criado de la casa cantaba una canción. Pensó John Dee que amaba a su mujer, amaba a su hijo, y a su perro; amaba al viejo criado, y a su canción, y al mundo. No había hecho nada en todo el año, no, pero había amado. Entonces oyó una voz dentro de sí. La voz le dijo que no perdió sus días si en ellos puso amor. No supo John Dee si esa voz era la voz de Dios o era la suya, pero supo que era una voz verdadera. Y eso lo supo porque el amor es siempre la mejor verdad.
¡Hasta mañana!...