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MIRANDO A FONDO

¿El cielo sin homosexuales?

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

EN MENUDO LÍO Se metió nuestro cardenal Javier Lozano Barragán, quien fuera Secretario de Saludo del Vaticano y hoy retirado de sus funciones por su edad, quien en días pasados, palabras más palabras menos, dijo: Que los homosexuales y los transexuales nunca podrán entrar al reino del los cielos, y no es eso precisamente lo que dice él, sino San Pablo.

 AHORA EL VOCERO Del Vaticano, el Padre Jesuita Federico Lombardi, se ha permitido aclarar lo afirmado por el zacatecano, en el sentido de que las declaraciones no se encuentran en ninguno de los textos de la Iglesia Católica, en la Carta a los Romanos de San Pablo ni en el catecismo de la Iglesia Católica.

EL PROGNATA CARDENAL Dice haber fundado su dicho en las mencionadas cartas a los romanos de San Pablo que dicen: "A quienes se han abandonado a pasiones infames: los hombres que dejando la relación natural con la mujer se han encendido de pasiones los unos hacia los otros, cometiendo actos ignominiosos hombre con hombre, recibiendo así el castigo por su comportamiento y su pervertimiento. Y continúa: "Que nadie se haga ilusiones; ni inmorales, ni adúlteros, ni afeminados, ni pervertidos, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni maledicentes ni rapaces heredarán el Reino de Dios".

 EL CATECISMO APROBADO Por Juan Pablo II y redactado precisamente por una comisión de presidía el actual Papa Ratzinguer señala: "Que un número importante de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada constituye para la mayor parte de ellos una auténtica prueba, por lo que deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza y se evitará respecto de ellos, todo tipo de injusta discriminación". Hasta aquí el Catecismo.

QUEREMOS PENSAR Que fue la edad fue lo que disparó al Cardenal Lozano Barragán para lo que dijo, por lo que sería mucho más conveniente y provechoso para él, se dedicara a la lectura de novelas ligeras y deje de andar interpretando los textos de la Iglesia, que por lo visto se le presentaron borrosos en la intimidad de su alcoba.

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