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Mis respetos

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Soy un convencido de que la actual Administración municipal de Torreón, encabezada por el alcalde José Ángel Pérez Hernández va a terminar dejando mucho qué desear.

A través de los cuatro años que duró el mandato, cada vez se fue generando la percepción de que el presidente municipal de Torreón era tan obcecado que pocas veces resolvía con sentido político los problemas que de esa índole enfrentaba.

José Ángel llegó al poder municipal luego de la revancha real que tuvo con su antecesor y hoy senador Guillermo Anaya Llamas, ya que éste le había ganado en 2002 la candidatura del PAN a la alcaldía para el periodo del primero de enero de 2003 al 31 de diciembre de 2005. En ese entonces, José Ángel se conformó con una diputación plurinominal local, donde se preparó para volver a competir por la candidatura que no ganó contra el propio Anaya, pero que sí lo hizo con el candidato delfín impulsado por el grupo que entonces gobernaba Jesús de León Tello. Además José Ángel no contaba con el respaldo de Jorge Zermeño, quien entonces buscaba ser gobernador del Estado.

Cuando llegó la hora de la elección constitucional, el triunfo fue relativamente sencillo. La campaña de Pérez por naturaleza propia estaba colgada de la de Jorge Zermeño, quien tenía gran popularidad, y el trabajo decoroso de presidente saliente lo respaldaba, así se fue consolidando su ascenso.

Sin embargo, pronto empezaron las desavenencias. El inicio fue una poda atroz de muchos cuadros dentro del municipio, amén de no dejar a nadie del equipo anterior. Esto sin duda le costó dinero al erario y tiró a la basura la experiencia adquirida por los despedidos. Otro error visible desde entonces -y máxime que fue bandera dentro de su campaña en la que prometía "tener la mejor Policía del Norte de México"- fue la designación de un director que provenía de dentro de la corporación, con lo que se notaba que esa promesa fue hecha sin sustento real, sino para satisfacer a un electorado que ya sentía lo grave del problema.

Siguió su postura irracional de pelear y jugar a las vencidas con el gobernador, quien ciertamente está lejos de ser una blanca paloma, hasta el punto de llevar a lo jurídico el pleito, donde encontró un contundente revés. La pugna que José Ángel suscitó con el Gobierno Estatal sin duda le ha traído costos innecesarios a Torreón.

La realización y eficiencia en la ejecución de las obras y los servicios públicos en general, tampoco ha sido eficiente y la elección de la persona a la que se le encargó el manejo de la política y creación de imagen pública contaba con antecedentes de "chapulín", y al final, eso mismo le sucedió dentro de su equipo. Este punto quizá fue de los más trascendentales, porque es un hecho que la Administración de Pérez tiene peor percepción que realidad, pero esto es tema aparte.

También se tuvo la oportunidad de encabezar los festejos del centenario y el edil no pudo contra su testarudez y también salió raspado en ese lance, lo que con el tiempo también contribuyó a desgastar su imagen.

Pareciera entonces que todo ha sido negativo, cosa que no es así. También esta Administración es la única que ha podido cambiarle el rostro al transporte público, así como han sido los únicos que con un proyecto cuestionable más en su ejecución, están rescatando el Centro Histórico, problemas ambos fundamentales y a los que nadie le había entrado.

Hay trabajo también en lo social, pero la falta de pericia en la comunicación quizá haya evitado que se aprecie como se debe. En el DIF la labor ha sido ardua y claro que hay cambios para bien; y la creación de espacios culturales ha sido relevante.

Pero a estas alturas, lo fundamental ha sido su Policía, que se le pudrió estrepitosamente. Primero con una torpe conducción con el anterior director y bajo las circunstancias ajenas a sus manos, al desquiciamiento en el control de la gendarmería, que de omisos y corruptos pasaron algunos de ellos a activos delincuentes.

Por ello, y a estas alturas, donde José Ángel Pérez tiene menos de 7 meses de poder, y que está destinado a salir de él, ya que no consiguió la diputación federal plurinominal que buscaba, el haber tomado la decisión el miércoles pasado de cesar a más de 300 policías merece todos los respetos.

Se necesita ser muy valiente para echarse ese problema en los hombros. Era de todos conocido que miembros de la Policía Municipal secuestraban y delinquían con las patrullas y uniformes como herramienta, por ello, al alcalde le quedaba la opción de seguir tratando de llevar la situación, pero este camino que ha tomado es sin duda su acción más enérgica de gobierno y también la de mayor responsabilidad cívica. Hay que aplaudir por ahora que hay autoridad municipal real.

Existen voces que señalan que muchos de los despedidos son lanzados a que formen parte de la delincuencia, pero hay que decir que de ella ya eran parte, pero además tenían la placa policial, las patrullas y cobraban sueldo pagado, en parte, por sus propias víctimas.

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