El escenario nacional se ve enrarecido por rumores cuya existencia acusa un mal desempeño de la comunicación entre Gobierno y Sociedad, en el que los medios tienen su cuota de responsabilidad.
Ejemplo es la desinformación que priva sobre la reforma de diversas disposiciones a la Ley General de Salud, así como a los Códigos Federales Penal y de Procedimientos Penales que tuvo lugar la semana pasada en el Congreso de la Unión.
Circulan objeciones que son auténticos mitos, según las cuales las reformas fueron hechas al vapor, entrañan una virtual legalización de las drogas e implican violación a los derechos humanos.
Pese a las críticas la reforma aterriza con acierto la enmienda al Artículo 73 de la Constitución de la República, que desde el 28 de noviembre de 2005 estableció la responsabilidad concurrente de los Gobiernos de los Estados en materia de combate al narcotráfico, dejando la delimitación de los espacios de competencia a la ley secundaria.
El vacío temporal dio pretexto a las autoridades locales para justificar su descuido en el rubro de seguridad pública, en función de lo cual los Gobiernos de los Estados dejaron de ejercer el cuarenta por ciento del presupuesto en ese renglón el año pasado, lo que en el caso de Coahuila implica setenta y siete millones de pesos y en el de Durango más de ciento veinte millones de pesos.
Otra asignatura pendiente era visualizar el combate al narcotráfico más allá de la guerra frontal de las fuerzas militares y policiacas del Estado Mexicano en contra de las bandas criminales, para privilegiar la labor de Inteligencia e involucrar a la sociedad y al sector salud en las tareas fundamentales de prevención de las adicciones y rehabilitación de los adictos.
El mérito de las reformas cuyo comentario nos ocupa, consiste en que atienden cada uno de estos temas que no habían sido legislados por falta de acuerdo entre las diversas fuerzas políticas.
La reforma establece una tabla que determina la dosis máxima de droga que para su consumo personal inmediato puede tener consigo una persona adicta sin ser inculpada, que en el caso de la cocaína se cuantifica en quinientos miligramos (medio gramo), y en el caso de la marihuana en cinco gramos.
Ya existía en nuestra legislación una excluyente de responsabilidad similar, pero de manga muy ancha y sujeta a la discrecionalidad de un dictamen pericial que hacía elástico el beneficio. Quien era encontrado en posesión de droga, en una cantidad mayor a la tolerada por la Ley, con el apoyo del médico legista podía alegar una necesidad adictiva superior al promedio para eludir el proceso, lo que abrió una fuente de corrupción.
La reforma define de modo diferenciado lo que son el narcomenudeo y el narcotráfico para repartir la competencia entre los niveles Estatal y Federal de Gobierno. En base a la referida tabla que determina la dosis máxima considerada para el consumo personal inmediato, la reforma define el concepto de narcomenudeo en un rango de hasta mil veces la dosis permitida para fijar la competencia de las entidades federativas, disponiendo que la droga involucrada en cantidades superiores entra en la definición de narcotráfico cuyo combate permanece a cargo del Gobierno Federal, el cual podrá atraer los casos de narcomenudeo cuyo conocimiento considere necesario.
Con lo anterior se acaban las escusas de los Gobiernos de los Estados, a los que en adelante les serán exigibles resultados en el combate al narcomenudeo.
El nuevo marco legal autoriza operaciones de espionaje y la utilización de agentes encubiertos para sorprender a los criminales en flagrante delito, lo que desde luego ninguna violación entraña a los derechos humanos, como pretende hacerlo creer una variada serie de rumores que hacen el juego al narcoterrorismo.
La reforma se origina en una iniciativa presentada por el presidente Felipe Calderón ante el Congreso desde octubre del año pasado. El proyecto fue objeto de un cuidadoso estudio y salió adelante en virtud de un gran esfuerzo en pos del acuerdo político. La nueva norma ofrece en consecuencia un mejor marco legal que el que existía, no a nivel de lo perfecto, sino en términos de lo bueno y posible.