Como en los chistes de Pepito, les tengo dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que sólo falta un mes para las elecciones federales intermedias. La mala es que todavía falta un mes para las elecciones federales intermedias.
Y es que nuestra inepta clase política ha convertido esta temporada de campañas electorales en un auténtico suplicio para los ciudadanos de a pie
Las discusiones sobre si abstenerse o anular el voto para demostrarle a esos patanes lo que opinamos de ellos, se han vuelto cada vez más prevalentes, tanto en las mesas de café o familiares, como entre la comentocracia escrita y electrónica. Signo de los tiempos: la gente no quiere siquiera optar por el menos malo
Por supuesto, a los partidos políticos todo ello les tiene sin cuidado: así vote sólo un 10% de la ciudadanía, ellos seguirán mamando sus prebendas, privilegios y canonjías pagadas con nuestros impuestos. Que no representen a nadie no les importa: nunca lo han hecho, de cualquier manera. Diputados y senadores no hablan por quienes los eligieron, sino por sus respectivos líderes y partidos, y en defensa de sus muy particulares intereses. Al país que se lo coman los leones
Es en este ambiente de descomposición en que el PRD tendrá que tomar una decisión a la que le ha venido sacando la vuelta desde hace rato: expulsar del partido a su antiguo candidato presidencial, el tabasqueño Andrés López. A estas alturas del encuentro, resulta evidente que el perredismo institucional no puede seguir haciéndole al loco, aceptando en sus filas a quien denodadamente hace propaganda por otros partidos
Ambos actores de esta ópera bufa hicieron altas apuestas y perdieron. El PRD no se animó a echar a López de sus filas, suponiendo que ello podría acarrear una tormenta política que los llevara al naufragio el 5 de julio. La realidad es que no tenían de qué preocuparse: con López o sin él, el PRD ya naufragó, y si alcanza el 17% de la votación (uno de cada seis mexicanos) se puede dar de santos. A su vez López decidió echarle todos los kilos a mantener el registro de las entelequias y negocios particulares llamados PT y Convergencia. Quizá consiga mantenerlos con vida
Al parecer, nadie aprende las lecciones del pasado. Y siguen pagando las facturas en el presente.