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Morir en Filipinas

HORA CERO

Roberto Orozco Melo

Hoy cumpliría 26 años de edad Elisa Loyo Gutiérrez, la simpática e inteligente saltillense quien, impulsada por su deseo de salir adelante en la vida, se aplicó a estudiar gastronomía para graduarse como chef en una escuela de Canadá, país en el cual radica su familia.

Elisa se graduó allí con magníficas notas, lo cual llamó la atención de una cadena internacional de hoteles que la contrató para dirigir el restaurante del hotel “Fontana Leisure Park and Casino” ubicado en la isla de Luzón, provincia de Pampanga, república de Filipinas.

Elisa, muchacha guapa, moderna y valiente aceptó aquella invitación sin haber sido informada de las características especiales de la abigarrada sociedad filipina, compuesta por más de noventa y seis millones de neoindionesios y paleoindonesios, cuyos idiomas oficiales son el tagalo y el inglés, más ocho dialectos aborígenes y el español, no consignado por cierto en la ficha demográfica, a pesar de que el país fue posesión ibérica durante tres siglos: ahora sólo el 2 por ciento de los nativos habla el español. Noventa y seis millones de filipinos viven en 81 provincias con 136 ciudades repartidas en islas cuya superficie total es de 300.076 kilómetros cuadrados. En su población flotante destacan empresarios de juegos de azar de nacionalidad china.

El 25 de diciembre pasado, durante la reunión anual de la familia Gutiérrez en Saltillo fue conocida la desaparición de Elisa por medio de su madre, la licenciada Tita Gutiérrez Cabello, quien había perdido contacto con su hija dos días antes. Le parecía muy raro pues ambas estaban habituadas a comunicarse con frecuencia por celular y correo electrónico.

La familia conoce a una persona en Filipinas, y ésta se trasladó al Hotel Fontana a preguntar por Elisa. Nadie le dio noticia alguna de su paradero. En la madrugada del día 26 de diciembre Tita recibió una llamada del personal del Hotel para comunicar que había sido encontrado el cuerpo de Elisa. Sus hermanas, Lucía y Sofía, quienes viven en Europa, se trasladaron de inmediato a Manila y a Pampanga, sin medir los riesgos que correrían: deseaban saber cómo había muerto su hermana. Ahí se enteraron de raras circunstancias en el fallecimiento de Elisa; entre otras la versión policiaca del suicidio.

¡Imposible! Reclamaron de inmediato Lucía y Sofía: Elisa sólo pensaba en vivir, trabajar y conseguir para ella misma y su madre un futuro fecundo y feliz. Las hermanas solicitaron ver su cadáver y le notaron huellas brutales de tortura en el cuerpo. Hasta ese momento no le habían practicado la autopsia de ley y la versión del suicidio surgió de una somera inspección ocular. En el Hotel y en las oficinas policiacas privaba un sigiloso ambiente de confesionario.

Entonces acudieron a las embajadas de México y de Canadá, ya que Elisa conservaba esta doble nacionalidad desde el año 2006. Los cónsules mexicanos y canadienses, acreditados ante el Gobierno filipino, emitieron notas diplomáticas urgiendo esclarecer la muerte de Elisa a satisfacción de los gobiernos de ambos países. Después de practicada la autopsia nada informó el Gobierno filipino sobre sus resultados que, según dijeron, “estaban reservados”.

No fue justo ni humano el sacrificio de nuestra querida coterránea, Elisa Loyo Gutiérrez sin que sus patrones y el Gobierno de aquel país le hubieran otorgado la debida protección ante las amenazas anónimas que informó había recibido por denunciar, en aras de un deber de conciencia, la comisión de varios latrocinios en perjuicio de la empresa que contrató sus servicios, la cual ahora intenta deslindarse del homicidio de Elisa.

Es sospechoso que las autoridades filipinas omitieran la inmediata y procedente investigación de oficio que incluye la autopsia legal y hubieran dictaminado como “suicidio” su triste muerte, sin haber explorado ni documentado las huellas de violencia criminal que visibles en el cadáver de la muchacha.

¿Por qué, sospechosamente, siguen posponiendo la autopsia obligatoria y por qué han amenazado a los familiares de Elisa para disuadir su derecho a saber y a constatar el cumplimiento de los requisitos procesales a que obligan todas las normas jurídicas penales en el mundo?

Quienes conocimos a Elisa supimos sus esfuerzos personales por cumplir una misión en la vida. Ella, Sofía y Lucía, las hermanas que le sobreviven, han sido paradigmas, desde niñas, por su conducta ética y aplicación académica. Hijas amorosas de una maestra y abogada responsable a quien vimos impartir a mañana y tarde sus cátedras en la Universidad de Coahuila y cubrir turnos nocturnos como titular de la Agencia Investigadora del Ministerio Pública del Estado para obtener los medios de educar a sus hijas.

La noticia de la muerte de Elisa, ciertamente triste, ha sido difundida en los periódicos europeos, estadounidenses y mexicanos. Hoy mismo en Saltillo tendrá lugar una marcha pública de familiares, amigos y compañeros universitarios de Elisa quienes demandarán una mayor energía en la exigencias de justicia de los gobiernos federal y estatal ante la república de Filipinas, así como una profunda investigación por la Comisión Internacional de los Derechos Humanos. Hagámonos presentes y solidarios.

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