“Ningún grupo criminal es capaz de resistir la fuerza del Estado.”
Juan Camilo Mouriño
Denuncia, nos dicen las autoridades. Si no denuncias no se puede combatir la delincuencia. Y denunciar fue lo que hizo Benjamín Le Barón. Denunció el secuestro de su hermano Érick, de 17 años, tras negarse a pagar rescate por él. Denunció también en una protesta pública el primero de julio pasado en la ciudad de Chihuahua los secuestros que ha sufrido su comunidad mormona del Norte del estado.
La denuncia no sirvió para poner fin a la violencia, pero sí para que en la madrugada de este 7 de julio un comando armado de una veintena de sicarios irrumpiera de manera violenta en su casa en el pueblo de Galeana. Le Barón fue torturado frente a su familia. Los agresores trataron de violar a su esposa. Al escuchar el alboroto, un cuñado, Luis Whitman, acudió a su auxilio y logró cuando menos evitar la violación, pero pagó con su vida el esfuerzo. Los sicarios se llevaron a Le Barón y a Whitman. Un par de horas después aparecieron sus cuerpos ejecutados.
¿De qué sirve que las autoridades nos pidan que denunciemos a los criminales? ¿De qué sirve que nos digan que el Gobierno es más fuerte que cualquier organización criminal? ¿De qué sirve que afirmen que el mexicano no es un Estado fallido?
La experiencia de Le Barón subraya las consecuencias de denunciar el crimen organizado en México. Benjamín, un líder de su comunidad, tenía 31 años de edad. Se había convertido en una de las figuras notables de las protestas contra la violencia y el secuestro en Chihuahua. Desde ahí se había unido a la Organización SOS de Alejandro Martí.
La manta que los criminales dejaron junto a su cuerpo y el de su cuñado no deja duda sobre la naturaleza del crimen: “Para los líderes de Le Barón que no creyeron y que no creen, esto pasó por los 25 muchachos que capturaron en Nicolás Bravo: atentamente, El General.”
“El General” es, al parecer, una de 25 personas detenidas en junio en Nicolás Bravo, en el municipio de Madera, Chihuahua, que aparentemente se dedicaban al secuestro y la extorsión a empresarios.
Los familiares de Le Barón afirman que nada tuvo éste que ver con las detenciones de Nicolás Bravo, pero al parecer los criminales estaban convencidos de que las denuncias contra el secuestro y la violencia promovieron la reacción gubernamental que llevó a las detenciones. La tortura y asesinato de Le Barón parecerían un mensaje de que, a pesar de los arrestos, esta banda puede seguir haciendo lo que quiera.
El terror no se limita a Chihuahua. Empresarios pequeños y medianos de todo el país se quejan de las extorsiones y venta de protección del crimen organizado. Lo peor de todo es que no se ve capacidad de las autoridades para protegerlos. Muchos han optado por mudar a sus familias a Estados Unidos y reducir sus inversiones en nuestro país. Mejor tener un rendimiento menor en las inversiones que arriesgar la vida y tranquilidad en México.
Las autoridades mexicanas han reaccionado con molestia ante las afirmaciones de que vivimos en un Estado fallido. Como respuesta ofrecen siempre listas de narcotraficantes detenidos y declaraciones de que el Gobierno mexicano es fuerte y está comprometido en la lucha contra el narcotráfico. En anuncios de radio y televisión, de hecho, las autoridades nos recuerdan constantemente que trabajan por la seguridad de los ciudadanos.
Pero un Estado fallido es el que fracasa en la responsabilidad fundamental de proteger a sus ciudadanos. Y a Le Barón y a su familia, el Estado mexicano ciertamente les ha fallado.
VICTORIA HUÉRFANA
La frase que encabezaba mi artículo de ayer, “La victoria tiene mil padres. La derrota es huérfana”, es de John F. Kennedy. La atribuí por una simple distracción a Germán Martínez Cázares, el ex presidente del PAN, quien, sin embargo, posiblemente coincidirá conmigo en la sabiduría política de quien fue presidente de los Estados Unidos.
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