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Mucho más que aplicar inyecciones

Con 23 años como enfermera de la Cruz Roja, Beatriz Martínez Ramírez considera que el mejor regalo que puede recibir es la salud de sus pacientes.

Con 23 años como enfermera de la Cruz Roja, Beatriz Martínez Ramírez considera que el mejor regalo que puede recibir es la salud de sus pacientes.

CRISTAL BARRIENTOS

Para Beatriz no es fácil estar en medio de la vida y la muerte, pero aún así disfruta su trabajo de enfermera en la Cruz Roja en el cual, dice, no se trata sólo de dar medicamento a los pacientes, sino de ser amiga, psicóloga y hasta mamá

Estar en medio de la vida y la muerte, no es fácil para Beatriz. Hace 23 años trabaja como enfermera en la Cruz Roja, y asegura que atender a un paciente es más que inyectarlo o darle una pastilla, también es necesario ser su amiga, psicóloga y hasta un poco mamá y papá.

Este seis de enero es el Día de la Enfermera, y Beatriz Martínez Ramírez celebrará esta fecha en la Cruz Roja, así como trabajó en Navidad y Año Nuevo, y en muchas otras ocasiones en donde no pudo disfrutar de la compañía de su familia porque debía cuidar a sus pacientes.

En tono de broma, Beatriz dice que ya forma parte del inventario de la Cruz Roja, pues desde que inició su servicio social trabaja en esta institución, “han sido 23 años muy gratificantes y todo el personal ha sido parte de los buenos y malos momentos”.

Beatriz es jefa de Enfermería de la Cruz Roja, y después de tantos años aún se pregunta por qué decidió esta carrera. Y es que comenta que no se acostumbra a vivir en medio de la vida y la muerte, incluso aún recuerda que la primera vez que vio fallecer a una persona, lloró todo el día.

“Desde niña me gustó ayudar a la gente. Siempre que pasaba algún accidente en la casa, yo era la que me ocupaba de curar a mis hermanos y hasta mis abuelitos. Me gusta mucho ser enfermera; es un trabajo noble porque no sólo hay que darle su medicamento al paciente, también hay que ser su amiga y su psicóloga, y un poco su madre y padre”.

Si una enfermera da un trato noble y humano, influirá en la recuperación de su paciente hasta en un 60 ó 70 por ciento, “si se siente escuchado y atendido, se recupera más fácilmente. Claro que las indicaciones del doctor son importantes pero nuestro trabajo también lo es”.

Beatriz considera que las enfermeras son los ojos del médico: “muchas personas creen que nosotros estamos acostumbradas al dolor y a la muerte, pero no es así. Somos seres humanos y tenemos sentimientos. Nos duele el dolor del paciente y de sus familiares”.

Las personas, dice, a veces no se dan cuenta que el trabajo de una enfermera implica sacrificios, “como es el hecho de no convivir casi con la familia. En ocasiones tenemos que dejar a nuestros hijos para atender a los pacientes, yo he tenido que pasar hasta 72 horas en la Cruz Roja, todo depende de la actividad que haya”.

Sus hijos, Gerardo y Lizbeth, le llegaron a reclamar por el poco tiempo que pasaba con ellos, sobre todo cuando eran pequeños, pero ahora que son adolescentes comprenden la importancia del trabajo de Beatriz, y la apoyan en todo lo posible.

“Platiqué mucho con mis hijos para que entendieran. Simplemente el pasado 24 de diciembre tuve que trabajar, y aquí en la Cruz Roja hicimos una reunión. Regresé a mi casa hasta las once de la mañana del 25 y los encontré dormidos, y en Año Nuevo tuve que trabajar todo el día. Yo les he dicho que son parte de mi equipo y si ellos no me apoyan, pues no voy a poder realizar bien mi profesión”.

Este seis de enero, Beatriz celebrará el Día de la Enfermera con sus 64 compañeras de trabajo. Al mediodía habrá una misa en la Cruz Roja y después una comida. “No es fácil nuestra labor, todos los días estamos enfrentando la muerte no sólo por accidentes sino también por enfermedades, y nos cuesta mucho entender que a pesar de que hacemos todo lo necesario, no es posible salvar una vida, pero así son los designios de Dios”.

A las nuevas generaciones, Beatriz les aconseja nunca olvidar que los pacientes son seres humanos que deben ser tratados no sólo con eficiencia sino con calidez, “hay que amar esta profesión porque de lo contrario no podrán ser buenas enfermeras o buenos enfermeros. El mayor regalo que nos pueden dar los pacientes es su recuperación. No hay nada mejor que verlos salir por estas puertas caminando por sí mismos”.

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