Fue la nota principal del reciente domingo en Los Angeles Times: dos docenas de jovencitas han desaparecido en los últimos 18 meses en Ciudad Juárez, Chihuahua, todas ellas entre los 13 y los 19 años de edad.
La semana pasada fue encontrado el cuerpo decapitado de la edecán Adriana Ruiz de 30 años de edad y con terribles señales de tortura en Tijuana, Baja California.
A principios de julio fue asesinada en la Ciudad de México la presidenta de la Fundación Oceánica, Yolanda Cevallos Coppel, durante un operativo para rescatarla de un secuestro.
En septiembre de 2007 fue secuestrada Silvia Vargas, hija del ex funcionario federal Nelson Vargas. La joven de 20 años de edad fue asesinada posteriormente y enterrada en el patio de una casa del Distrito Federal.
Podríamos seguir con decenas de relatos más en donde se evidencian dos graves tragedias que vive la sociedad mexicana.
La primera se refiere a que el crimen organizado dejó de respetar desde tiempo atrás al llamado sexo débil, una costumbre que perduró por décadas entre los delincuentes mexicanos y que era reconocida en el mundo entero.
Segundo que la crueldad con la que agreden a muchas de las mujeres victimadas demuestra que estos delincuentes están mentalmente muy enfermos y que si no son arrestados o atenidos psiquiátricamente seguirán cometiendo esta clase de homicidios.
Ahí está el caso de Juárez en donde 350 mujeres han sido asesinadas desde 1993 a la fecha en circunstancias por demás extrañas y patéticas.
Ahora se suman estas 24 chicas desaparecidas, que se sospecha, fueron víctimas de secuestros para ser utilizadas en redes internacionales de prostitución. Hasta el momento no existen pruebas de que alguna de ellas haya sido asesinada, pero tampoco se tiene la menor pista de sus respectivos paraderos.
La mayoría de estas jóvenes eran atractivas, delgadas y procedían de hogares estables de clase media. Ninguna tenía antecedentes criminales ni tampoco hay evidencia de que estuvieran involucradas en drogas, alcoholismo o prostitución.
En Tijuana la edecán ejecutada al parecer se relacionó con la persona equivocada en el lugar y el momento equivocados, por ello fue objeto de una venganza de una célula de narcotraficantes. Pero, ¿era necesaria tanta saña para asesinarla? ¿Por qué torturarla de esa manera en lugar de ultimarla a tiros como se ha estilado en el crimen organizado?
En muchos de nuestros países latinoamericanos son de sobra conocidos los altos índices por abuso y maltrato de mujeres dentro de los hogares.
Las esposas y las madres golpeadas por sus familiares son casos comunes que han originado grandes campañas de concientización, en primer lugar para que la mujer sepa que ser agredida es un delito que debe denunciar y no tolerar por ningún motivo.
Pero ahora vemos desgraciadamente que esa violencia familiar se ha trasladado a las calles de nuestro país con efectos todavía más graves como los que hemos relatado al inicio de este artículo.
Desgraciadamente también los niños y niñas son víctimas de estas mafias criminales. Según la periodista Lydia Cacho cada año en México se roban alrededor de 45 mil menores de los cuales 25 mil terminan siendo explotados sexualmente.
Una sociedad que ha dejado de respetar a la mujer y a los niños es una sociedad con un claro deterioro en su salud mental. Por lo mismo resulta muy preocupante que en esta oleada de violencia se atente contra lo más valioso e indefenso del núcleo familiar en México y que muy poco se haga para atender esta dolorosa realidad.
AL MARGEN
El triunfo del equipo mexicano demuestra que se puede ganar con buena dirección y liderazgo. Sólo esperamos que la TV y la radio dejen trabajar a Javier Aguirre y por favor que no inflen a los jugadores.
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