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Nazas, la lección no aprendida

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Hay que reconocerlo: en materia de prevención, en la Comarca Lagunera tenemos muchísimo camino por recorrer. La mayoría de los problemas a los que se enfrenta la comunidad son atendidos sólo cuando se convierten en situaciones de emergencia. Un claro ejemplo de esta falta de previsión podemos encontrarlo en el trato negligente que autoridades y muchos particulares han dado al río Nazas, símbolo natural de nuestra región, transformado hoy en zona de invasión y receptor de cualquier cantidad de porquería generada por las ciudades de la llamada zona metropolitana de La Laguna.

La advertencia lanzada la semana pasada por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) de una posible avenida del río para este año, motiva a la revisión de los compromisos realizados por las autoridades de los tres niveles de Gobierno durante la creciente de septiembre y octubre de 2008, y de los avances de los mismos. Los objetivos de esos compromisos eran, primero, evitar en la medida de lo posible afectaciones por futuras avenidas y, segundo, rescatar al lecho del Nazas para convertirlo otra vez en el orgullo de todos los laguneros.

Conforme el agua iba revelando todas las anomalías acumuladas a lo largo de los 16 años que pasaron entre la avenida de 1991 y la del año pasado, funcionarios de todas las dependencias involucradas iban llenando sus maletines de proyectos y buenas intenciones para mejorar la situación del maltratado Nazas. Y es que con el paso de la corriente quedaron al descubierto numerosas irregularidades permitidas por las autoridades, tales como la formación de colonias y el establecimiento de fincas sobre las márgenes o en pleno lecho, la desaparición del cauce en algunos tramos, la descarga de aguas residuales de industrias y viviendas, la extracción sin control alguno de piedra y arena, y el depósito de desechos de todo tipo.

Durante la contingencia, los funcionarios de Conagua, de los gobiernos de los estados y de los ayuntamientos, hablaban de la "gran oportunidad" que representaba la avenida del río para poner las cosas en orden. Y entonces surgieron los planes, unos más ambiciosos que otros. Uno de ellos es del "encauzamiento del río Nazas y rescate de canales urbanos", que consiste en dejar correr el agua cada ciclo agrícola hasta el ejido La Concha, en Torreón, para lo cual habría que eliminar la represa de San Fernando, en Lerdo, y cancelar los canales de riego que atraviesan el área urbana. Para esta propuesta se dispuso de recursos federales del Fondo Metropolitano.

Otra de las medidas que se anunciaron fue la aplicación de un plan de manejo de basura y escombro, en el que se contemplaba el levantamiento de un censo de dueños de carromatos dedicados al acarreo de desechos de construcción para colocar en sus vehículos una placa grande de identificación de tal forma que la ciudadanía pudiera denunciarlos en caso de verlos ensuciando el lecho del río. En este mismo plan también se consideraba la creación de sitios de transferencia de escombro en cada uno de los municipios de la región por donde atraviesa el río.

También se mencionó el uso de recursos del Fondo Metropolitano para la definición del cauce y la creación de bordos de protección en donde lo requiera, para lo cual también sería necesario la demarcación precisa de la zona federal.

Otra de las acciones propuestas fue la regulación de puestos de comida y "terminales" de unidades del transporte urbano colectivo que se ubican debajo de los puentes.

A siete meses de que dejó de correr agua por la cuenca baja del Nazas, el tema simplemente desapareció de los discursos y las agendas de los servidores públicos. El entusiasmo de aquellos días se fue evaporando o filtrando al subsuelo de la misma manera que ocurrió con el agua.

Por eso no es de extrañar que la situación del río comienza a parecerse a la de los días previos a la avenida del año pasado. Las colonias consideradas como peligrosas, ya sea por riesgo de inundación o hundimientos, han vuelto a ser habitadas; la basura y el escombro han regresado al paisaje ribereño; los camiones y puestos de comida continúan debajo de los puentes; las fincas sobre las márgenes no han sido retiradas; los bordos no han sido debidamente reforzados, y nada se ha hecho para evitar que comunidades rurales queden incomunicadas cuando el Nazas reclame otra vez su cauce. Es decir, estamos casi como hace un año.

Y ahora que existe la posibilidad de que tengamos una nueva creciente en este 2009, empieza la repartición de culpas y responsabilidades entre las instituciones gubernamentales, muy lejos ya de aquel espíritu de coordinación que reinaba a fines de 2008.

Al igual que hace siete meses, vemos que no estamos lo suficientemente preparados para hacer frente a la posible contingencia y que nuevamente las autoridades tendrán que destinar cuantiosos recursos en acciones correctivas en vez de haberlos utilizado en medidas preventivas.

El rescate del río es un asunto que debe involucrar a la sociedad lagunera en su conjunto. No debemos permitir que la negligencia y la omisión continúen dominando este importante tema. Como ciudadanos habitantes de esta región tenemos que participar en la solución y exigir a las autoridades que, haya o no avenida este año, se pongan a trabajar en serio para remediar la lamentable situación en la que se encuentra, desde hace décadas, aquél al que paradójicamente llamamos "Padre Nazas".

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