Si Usted piensa que la ciencia ha agotado las posibilidades para asombrarnos, debo advertirle que está equivocado.
En pleno siglo XXI, crece una nueva área del conocimiento del campo médico, en la neurofisiología humana, que han dado en llamar Neuroteología, resultado del estudio del sistema nervioso central, relacionándolo con la creencia en Dios.
En el inicio del presente siglo, Andrew Newberg y Eugene D'Aquili, publicaron un libro con sus descubrimientos sobre cómo, con tomografías, podían seguir el flujo sanguíneo en el cerebro durante las experiencias místicas.
Newberg y colaboradores, indujeron a un experimentado budista tibetano a que entrara en meditación; luego, le inyectaron material contrastante para ver los cambios de irrigación cerebral, observando intensa actividad en la corteza prefrontal, disminuida en el lóbulo parietal.
Entusiasmados por el descubrimiento, en su laboratorio de la Universidad de Pensilvania, repitieron el experimento con monjas, ministros y otros budistas, obteniendo resultados similares. Nacía la Neuroteología.
Descubrieron que, durante las meditaciones o cantos sagrados, se registra gran excitación en las zonas límbicas, productoras de los fenómenos de memoria y emoción.
La publicación de sus hallazgos, llevó a otros investigadores a repetir el experimento encontrando respuestas similares.
Olaf Blanke, confirma que la región tempo-parietal es la más importante en la experiencia religiosa; Vilayanur Ramachandran, de la Universidad de California, señala al lóbulo temporal como interventor en las expresiones místicas, aunque rechaza llamarle "Módulo de Dios"; sin embargo, otros no tienen empacho en afirmar que la Amígdala Cerebral es el "sistema transmisor de Dios".
A la discusión se suma Michael Persinger, de la Universidad Sudbury, en Ontario, que encuentra relación entre los campos electromagnéticos terrenales y el funcionamiento cerebral, aseverando que el éxtasis -estado de admiración intensa- es la exageración de la actividad en lóbulos temporales y región límbica, donde también ubica las emociones primarias y placer sexual. Va más allá y descubre que en el lóbulo temporal izquierdo se ubica el sentimiento del "ser yo" y que en el derecho el "no-yo", que provoca sensaciones de presencias extrañas, "el otro que no es uno": el demonio.
Desde la Universidad de Montreal, Mario Beauregard, reportó haber encontrado doce diferentes áreas, que con resonancia magnética manifiestan actividad en estados místicos.
Olaf Blanke, de la Universidad de Ginebra, publicó que el cerebro puede generar las experiencias del sujeto que afirma verse desde fuera de su cuerpo; lo logra, al estimular con electrodos el Giro Angular Derecho, que integra procesos de la visión. Descubrió que al estimular la región temporo-parietal, el sujeto de experimentación -mujer de 23 años- tuvo la sensación de "una presencia misteriosa" a su espalda, sombra muda, de aspecto masculino, que al intentar tomar una carta de lectura le sujetó los brazos. Este resultado ha dado pistas para perseguir información sobre algunas esquizofrenias.
Habrá que agregar el resultado del caso de un ateo, que tras el estímulo por más de 40 minutos, no percibió nada especial. Michel Persinger, el neurofisiólogo que diseño el experimento electromagnético, concluyó que se requiere cierta "susceptibilidad" para que se produzca el fenómeno de misticismo.
Los neuroinvestigadores, buscan respuestas al sentimiento altamente gratificante de misticismo y aceptan que hay evidencias de que existen fuerzas desconocidas, hasta ahora, que desencadenan esa sensación placentera, apoyándose en otros estudios de sustancias químicas como la ketamina, -que es utilizada como anestésico general- algunos hongos, caso del amanita muscaria o la ayahuasca, -que contiene dimetil-triptamina- provocadora de sensaciones parecidas a ser "succionado" a través de un túnel.
En la bioquímica cerebral estudian otros hongos, como el cornezuelo, que parasita cereales, conocido desde la antigua Babilonia, donde era utilizado para producir alucinaciones. También habrá que agregar a los alucinógenos como el peyote o el LSD y el efecto de algunos neurotransmisores como la dimetiltriptamina. Con esta información usted podrá tomar dos caminos: el cientificista, que apoya la postura soberbia de negar un poder superior; o la racionalista, que insiste en encontrar, a partir de la razón, respuestas a la eterna pregunta sobre la existencia de Dios.
Además de aplicaciones prácticas de estos nuevos conocimientos, como su posible uso para combatir la narcodependencia, aparecen dudas sobre la tradicional postura del pensamiento humano y la separación de ciencia -conocimiento por sí- y fe -creer sin cuestionar- haciéndonos ver sus extremos, que pueden llegar a unirse.
Los creyentes encontramos con ello nuevas evidencias de la magnificente obra deídica; los ateos, tranquilidad para vivir.
Le comparto el pensamiento de Newberg y D'Aquili, padres de la Neuroteología: "no hay manera de determinar si los cambios neurológicos asociados con la experiencia espiritual significan que el cerebro causa esas experiencias o, en cambio, si está condicionado para percibir una realidad espiritual".
Queda en el ambiente la posibilidad de ejercer el libre albedrío en pleno uso de la libertad para decidir en qué creer.
Y …¿usted qué cree?
ydarwich@ual.mx