La guerra de tribus al interior del Partido de la Revolución Democrática en plena campaña electoral, tiene su origen en el resultado de la elección interna que concluyó con el triunfo de Jesús Ortega como presidente de ese partido.
Como es del conocimiento, la elección interna perredista generó un conflicto que fue resuelto meses después por el Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal, a despecho de Andrés Manuel López Obrador y su candidato títere Alejandro Encinas.
El proceso intrno dejó una herida sin restañar. Al interior del PRD se fueron cerrando los espacios para "El Peje", hasta el punto de refugiarse de facto en los Partidos del Trabajo y Convergencia, pero sin abandonar las filas del partido del Sol Azteca. El doble juego se enmarca en la disputa vulgar por los recursos públicos asignados a los partidos, que hacen del PRD un apetitoso botín que López Obrador no se resigna a dejar en manos de Los Chuchos.
El alejamiento de López Obrador no ha derivado en una expulsión del PRD que como tal estaría sobradamente justificada, precisamente porque sus adversarios se han cuidado de no convertirlo en víctima como ocurrió años atrás con el asunto del desafuero, en el que el conflicto con el Gobierno Federal hizo crecer la popularidad del llamado "Mesías Tropical".
Sin embargo la confrontación está ahí. Jesús Ortega acusa a López Obrador de traición al PRD en ocasión del asunto de la candidatura en la Delegación Iztapalapa, en la que el Tribunal Federal Electoral defenestró a la candidata del "Peje", y abanderó a una partidaria de Nueva Izquierda. "El Peje" llamó públicamente a votar por el candidato del Partido del Trabajo que como tal es un partido distinto al suyo sin antes deslindar formalmente su militancia, lo que lo hace acreedor al calificativo de traidor.
El senador perredista Graco Ramírez se refiere al "Peje" como "doblemente tonto", y a renglón seguido una pléyade de estrellas de izquierda ha arremetido en contra de López Obrador.
López Obrador no es ni tonto ni loco, sino un autócrata que basa su estrategia política en el odio y la confrontación social, por lo que ciertamente es un peligro para México. Lo que ha hecho "el Peje" con el PRD es un reflejo de lo que habría ocurrido con el país, en caso de haber llegado a la Presidencia de la República en el año 2006.
Sin embargo, López Obrador no es el único culpable. La situación que es objeto de comentario, revela que los hombres de la izquierda mexicana apoderada de muchos de nuestros partidos políticos nacionales, simple y llanamente no es demócrata.
Se trata de extremistas obsesionados con la consecución del poder a cualquier costo, que en su momento abandonaron el camino de las armas porque les pareció oportuno aprovechar la apertura histórica del sistema, pero que siguen privilegiando el "vencer" sobre el "convencer" y por ende no son demócratas.
La ruptura cuyo comentario nos ocupa, ocurre porque cada una de las cabezas y las facciones de la izquierda en pugna desean el poder total y no conciben el trabajo en equipo que en los procesos internos de los partidos y en las elecciones constitucionales se resuelve por mayoría de votos, y llevado al plano político institucional, se traduce en el sistema de división y equilibro de los poderes públicos.
No es raro que bajo la bandera de López Obrador hayan militado los que hoy lo atacan porque son tan excluyentes y autoritarios como el propio "Peje", y por ello no tuvieron empacho en seguirlo en su peligrosa aventura de desconocer los resultados de las últimas elecciones presidenciales y generar un bloque de oposición irresponsable en el Congreso de la Unión, que mantiene al país en la parálisis legislativa, en la mediocridad política y en el subdesarrollo económico.
Correo electrónico: lfsalazarw@prodigy.net.mx