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No hablas y te vas

JAQUE MATE

SERGIO SARMIENTO

El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, logró dos cosas importantes en su breve visita de Estado a nuestro país: cosas que el mandatario mexicano, Felipe Calderón, no podría conseguir en estos momentos.

Por una parte se presentó ante el Senado sin problemas. Esto no deja de ser significativo, en un momento en que el primer mandatario mexicano no parece tener la posibilidad de entrar a ninguna cámara del Congreso de la Unión sin provocar protestas y descalificaciones.

Pero, además, Sarkozy decidió no hacer caso del intento de censurarlo para que no hablara del caso de su compatriota Florence Cassez, condenada a 60 años de cárcel por su presunta participación en varios secuestros. El presidente Calderón, en contraste, ha tenido que permanecer en silencio en el Palacio Legislativo al presentar su Segundo Informe de Gobierno y en el Senado en la entrega de la medalla Belisario Domínguez.

Sarkozy aprovechó su participación en la sesión especial del Senado de este lunes no sólo para hablar de Cassez sino para señalar que se le había pedido que no lo hiciera: "Y para que todo quede muy claro, me dijeron que no tenía que comentar, lo cual me da muchas ganas de comentarlo; pero la política no puede ser el lugar donde la gente no habla." Desde la tribuna el mandatario señaló que poco importa la inocencia o culpabilidad de Cassez: "Tengo la obligación de ocuparme de todos los franceses."

En un punto cuando menos de su argumento Sarkozy tiene razón. La política no es, no debe ser, el reino del silencio. El que Gustavo Madero, presidente del Senado, o la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, le hayan pedido o recomendado que no tocara el tema de la presunta secuestradora nos revela la naturalidad con la que nuestros políticos asumen la cultura de la censura. El "comes y te vas" de Vicente Fox a Fidel Castro se convierte en un mucho más deleznable: "Puedes hablar, siempre y cuando no toques el tema del que quieres hablar."

Otro punto en la argumentación de Sarkozy resulta, sin duda, más cuestionable. No es indiferente si un reo es culpable o inocente; en ello radica, por el contrario, el meollo de la polémica. Los medios de comunicación y los políticos franceses han asumido la defensa de Cassez porque creen -o afirman creer- en la inocencia de esta mujer, que consideran simple víctima de una Policía corrupta. La mayoría de los mexicanos se opone a su repatriación, en cambio, porque la ven como culpable de un delito cruel que en México se ha convertido en epidemia.

Yo le reconozco al presidente Sarkozy su valentía. Él sabía perfectamente que el tema que quería abordar no sería grato para los senadores mexicanos. Pero no por eso, ni por el intento de censura, dejó de expresar sus puntos de vista. Los políticos mexicanos se mostraron sorprendidos porque están acostumbrados a la política de hablar sin decir nada con el fin de no meterse en líos.

Sarkozy seguramente sabía que no convencería a los legisladores mexicanos, pero hay que entender que no les estaba hablando a los señores Monreal, Madero o Beltrones sino a sus compatriotas que verían fragmentos de su discurso en la televisión francesa. Sarkozy es, después de todo, un político que enfrenta bajos índices de popularidad. Lo que tenía que demostrar a sus electores es que tiene el valor de pedir justicia en las entrañas mismas del corrupto sistema político mexicano.

Los políticos y periodistas franceses tienen razón al señalar que la falsa recreación de la captura de Cassez y su pareja, Israel Vallarta, que llevó a cabo la Agencia Federal de Investigación para la televisión, es una falta grave que merece sanción. Pero también tienen razón los mexicanos cuando señalan que la información disponible sugiere fuertemente que la mujer fue cómplice de los secuestros o que cuando menos tenía conocimiento de ellos. Es muy difícil pensar que con las pruebas que se conocen la justicia francesa no habría condenado a Cassez en caso de haberla procesado.

La repatriación, quizá, no sería objetable para los mexicanos si se supiera que Cassez cumpliría en Francia su condena completa de 60 años o por lo menos una parte significativa de ella. Pero sí consideramos que la joven se ha convertido en una heroína en Francia, las posibilidades de que ello ocurra son muy limitadas. No faltará algún político que quiera encontrar popularidad liberando a esta mujer a la que los franceses perciben como una víctima más de una Policía corrupta.

"No nos andemos tirando la bolita unos a otros", afirmó el presidente Felipe Calderón en Guadalajara este 10 de marzo. El mandatario estaba hablando de los dimes y diretes de los políticos en el campo de la inseguridad. No se refería, aunque así lo parezca, a la bolita de su secretario de Hacienda, Agustín Carstens, en el lanzamiento inaugural del Clásico Mundial de Beisbol el 8 de marzo. Tampoco aludía a los comentarios del presidente de su partido, Germán Martínez Cázares, quien dijo que el público del Foro Sol había abucheado a Carstens no por su desempeño como secretario de Hacienda sino porque es muy mal pícher. Por las dudas, tanto el secretario de Hacienda como el presidente del PAN deberían abstenerse de estar tirando bolitas… o buscapiés.

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