El grupo “Tierra Blanca” hoy se yergue como una catedral de sobriedad en el barrio, a 35 años de su fundación, este lunes inicia sus festividades de 21:00 a 22:30 horas, en su local de la esquina de Urrea y Gómez Faría.
HISTORIA | El grupo de Alcohólicos Anónimos "Tierra Blanca", a 35 años de fundación.
Las calles de Tierra Blanca se vestían de colores cada 4 de julio, en honor a su patrona Nuestra Señora del Refugio, niños con sus mejores atuendos hacían su primera comunión, otros descalzos jugaban al futbol y la quemada entre las polvaredas y a veces charcos con lodazales, mientras los más jóvenes y adultos navegaban en el intenso mar del alcoholismo.
Más cantinas que escuelas había, y a las orillas del populoso barrio las luces embriagadoras y mujeres seductoras imperaban en la zona de tolerancia, donde el alcoholismo y la muerte se daban cita con lamentable frecuencia.
Remembranza. Corrían los años 60, los inventos y descubrimientos estaban al orden del día, como las tragedias por el poder, dinero y prestigio. Las noticias estremecían al mundo, en Durango: la muerte de Kennedy, la llegada del hombre a la luna y por fin los duranguense verían la primera Olimpiada por televisión, el atraso socioeconómico era evidente, aunado al alcoholismo creciente en todos los sectores.
Entre los acontecimientos que se constituyeron en parteaguas de la vida social de los duranguenses fue la llegada del mensaje de Alcohólicos Anónimos a principios de 1967, cuyo heraldo sería Cuauhtémoc Islas, capitán de infantería del 20 Batallón de Infantería, de hecho había ya miembros de esa agrupación, sin más elementos que su buena voluntad para dejar de beber.
Nacimiento. Así al paso de los años nace el grupo "Tierra Blanca", el 8 de enero de 1974, después del Guadiana y Durango, en la calle Abasolo 414 casi esquina con Ocampo, fue la visión de un hombre llamado Pablo, cuya sobriedad data de 35 años a la fecha, luego vendrían otros como Rudy, Pancho, Jesús, Marcelino, Manuel, José y así una cadena de sobriedad y amor que venía a romper con paradigmas, tabúes y prejuicios con un programa de dignidad al frente.
La extenuante aventura de transmitir el mensaje en la entidad tomaba auge a través del apostolado de no más de una veintena de hombres y mujeres de incipiente sobriedad de los primeros tres grupos de esta "Perla del Guadiana".
Desconfianza. La historia se cincelaba en el acerado tiempo del estigma, tabúes, carencias de literatura y falta de dinero. Las peculiaridades históricas de la sociedad mexicana en aquellos años, no eran precisamente las más adecuadas para aceptar el surgimiento de un extraño movimiento, sospechosamente "gringo" y seguramente protestante llamado Alcohólicos Anónimos. La gente siempre desconfía de lo que no conoce y comprende.
Cabe recordar una anécdota en el invierno de 1974 en el crucero de Abasolo y Ocampo -donde justamente estaba ubicado el Grupo "Tierra Blanca"- ese sector era centro de distribución de droga y donde los “teporochos” mezclaban curiosamente el culto al alcohol, allí un grupo numeroso de beodos y drogadictos recopilaban firmas del vecindario para expulsar del barrio al grupo de abstemios con la idea de que se trataba de alguna secta secreta y diabólica debido al completo desconocimiento del círculo y triángulo con las AA dibujadas en una cartera que colgaba como péndulo en las afueras del local.
Cambios. El alcoholismo como antigua tradición heredada se manifestaba como sentimientos encontrados respecto al bebedor y la marcada cerrazón de una comunidad con muchos prejuicios dificultaban los primeros pasos de AA en nuestra ciudad.
Aquellos niños de pies descalzos y los mejor vestidos habían cambiado, el alcohol les tenía deparados otros planes, muchos enloquecidos por la bebida espirituosa y otras drogas no lograron llegar al grupo, fallecieron, otros aún se resisten a creerse enfermos de alcoholismo. De cada 100 personas que llegan al grupo, uno se queda, el resto sigue “fondeando”.
Así surgió la luz de la esperanza: AA, formada por hombres y mujeres que venían huyendo del infierno del alcoholismo se convertirían en los ángeles sin alas que romperían con el espacio y tiempo para viajar a otras dimensiones y mostrarse a lo tangible como milagros de un Dios bondadoso al que apellidan Poder Superior.
De frente. “No negamos ni cerramos la puerta a nuestro pasado, pues hoy resulta un tesoro para derramarlo a las nuevas generaciones, para fortaleza de sobriedad y respuesta a una sociedad convulsionada por el lastre del alcoholismo y los cambios radicales del consumismo y neoliberalismo”, expresa José.
El Tierra Blanca desde su fundación participa en esa cruzada callada y anónima de transformación y esperanza donde el hombre -hechura de lo divino- toma su forma y se disponen a crecer a imagen y semejanza de nuestro Creador, en una lucha diaria de derrotas y victorias.
Soñadores e idealistas, aquí tienen su lugar, en los brazos de Dios, en este refugio para muchos que no encontraban la paz y que hoy erguidos reclaman el lugar que les corresponde en la sociedad como seres útiles y felices.
Pablo, abrió la puerta del Tierra Blanca pensando en mi, en nosotros compañeros. Nos llenó de esperanza y con sus anégdotas martilló los primeros pasos de una historia de amor que pronto se extendió a nuestros hogares como el punto de partida a una nueva vida, expresó Héctor.
Dios, gracias. Los tierrablanquinos confían en que la lectura de este texto dedicado a preservar la memoria de la evolución y desarrollo de AA en la entidad, en el país, partiendo de la particularidad del grupo “Tierra Blanca”, contribuya no sólo al conocimiento de sus orígenes y vicisitudes en el plano histórico, sino a reforzar también el espíritu del legado de unidad en la propias vidas. Esta unidad que a lo largo del texto, se experimenta como un creciente y sostenido agradecimiento al Poder Superior, por haber permitido que se engarzaran correctamente unos con otros, en una sucesión de momentos, lugares y personas movidas por la convicción del servicio y animadas por la fuerza de la gratitud, las cuales supieron confiar y actuar conforme a la nueva forma de vida de AA, construyendo una comunidad de amor que rebasa credos, razas, tiempos y fronteras.
Por eso es una buena idea dar gracias a escasos días del 35 aniversario del grupo “Tierra Blanca” en este momento: gracias por lo que somos, gracias por lo que fuimos, gracias por lo que seremos, gracias a todo, profundamente gracias, por salvar nuestras vidas y brindarnos la oportunidad de alcanzar las metas anheladas, gracias viejos estadistas por su amor y por enseñarnos a volar sin necesidad de tener alas. Dios los bendiga a todos.
Héctor Hernández Morales
El Siglo de Durango