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No sólo Hidalgo

JULIO FAESLER

Septiembre, es el mes en que recordamos a los héroes que nos dieron Patria. La reseña oficial ha seleccionado a un número significativo de próceres encabezados por el Cura de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla. Lo acompañan otros héroes que se incluyen en la ceremonia del "Grito", evento singular y característicamente mexicano que se escenifica en el Zócalo de la ciudad capital repitiéndose en todas las plazas del país la noche del 15 de septiembre.

En la acostumbrada la lista de próceres hay la intencionada omisión de Agustín de Iturbide quien fue, como cualquiera constatará al leer un poco de historia, el que en 1821, llevó a su plena realización formal la independencia de nuestro país, once años, once días después de aquel sonoro amanecer en que el padre Hidalgo, hombre ilustrado y ex rector de la Universidad Nicolaíta de Morelia, lanzó su "¡Viva México, Muera el Mal Gobierno y Viva Fernando VII!".

La independencia de la Nueva España habría de tardar mucho en llegar. Unidos en un propósito común Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide en 1821, después de una década entera de guerrillas desorganizadas, sólo faltaban las negociaciones de Iturbide para alcanzar el objetivo. La entrada del Ejercito Trigarante a la capital el 27 de septiembre de 1821 marcó el triunfo de la intricada concertación de fuerzas contradictorias de peninsulares, criollos y alto clero para forjar el Plan de Iguala basado en las tres garantías de Unión, Religión e Independencia.

La suerte personal de Iturbide pronto acabó. Su corona imperial le fue rápidamente arrebatada por una conjunción de intereses más poderosos que aquellas que él había podido concertar en un equilibrio en extremo inestable. Fuerzas interiores y presiones exteriores particularmente desde el norte se encargaron de reencauzar el rumbo que, para bien o para mal, habría seguido la nueva nación de continuar el proyecto imperial.

Los vencedores, los que luego escribieron la historia oficial, se ensañaron luego con la figura de quien tuvo la suficiente astucia para convertir la singular oportunidad para la consumación de la independencia del país el interminable desorden de guerrillas dispersas que las fuerzas realistas, desorientadas por la confusión que prevalecía en una España ocupada por la invasión napoleónica.

México independiente empezó a nacer aquella mañana de 16 de septiembre, con el histórico Grito de Miguel Hidalgo condenando el mal gobierno y lanzando vivas a un monarca español ausente, enarbolando la imagen de la Virgen de Guadalupe. El prolongado proceso culminó con las negociaciones realizadas por Agustín de Iturbide que abocaron en los Tratados de Córdoba de agosto de 1821.

La historia de nuestro país debe ser entendida como la sucesión de eventos que produjeron avances o retrasos en la evolución nacional respecto a objetivos válidos que se deben juzgar desde perspectivas de mediano o, mejor aún, largo plazo. La meta que la comunidad mexicana tenía a principios del Siglo XIX era dejar atrás la época de Nueva España para inaugurarse en una era más allá del simple autogobierno, sino de plena independencia.

Agustín de Iturbide, pese a toda la degradada imagen que sus enemigos de su momento y posteriores han desarrollado en torno a su persona tiene el inevitable mérito de haber obtenido para el país la independencia que los fraccionados intentos de once años no habían podido entregar al pueblo.

Este 27 de septiembre es, al lado del 16, fiesta nacional.

Juliofelipefaesler@yahoo.com

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