En un país como el nuestro, poseedor de una impresionante e inigualable riqueza natural y policromía cultural, con mujeres proveedoras de esperanza y hombres de trabajo, es tiempo de que avancemos, tiempo en que los "Juanitos", los "Fernández Noroña" -y demás fauna política que les acompaña-, se arremanguen la camisa y se dispongan, coherente y civilizadamente, a trabajar.
Es tiempo -el presente- de que el proyecto de un México reconciliado no sea rehén de la lucha primitiva por el poder; es tiempo ya de que la participación ciudadana detone los grandes cambios postergados por una partidocracia que, además de no funcionar, agravia el sentido civilizado de la política.
A nueve años de haber iniciado lo que debiese ser un rica experiencia de transición democratica, que lamentablemente no ha fraguado, por falta de oficio de la clase gobernante y de amor a México por nuestros políticos nacionales, es tiempo ya de la construcción de los consensos indispensables para construir la gran reforma del Estado mexicano.
Es tiempo del manejo político consensuado y eficiente, de la operación política responsable, de dejar atrás el primitivismo político que sólo confronta y aleja de los logros, es tiempo ya de pasar al respeto a las leyes, a las instituciones
Es tiempo de responder con eficiencia y eficacia a la confianza que la ciudadanía brindó a los partidos y con ellos a sus candidatos en el pasado proceso electoral; es tiempo de que los legisladores en nuestra alternancia democrática den resultados desde el Congreso de la Unión.
Es tiempo ya de dar un viraje en el timón de las políticas gubernamentales para enfrentar satisfactoriamente los problemas de desempleo e inseguridad que laceran la nación, sería saludable para el país que los legisladores iniciaran por revisar los desproporcionados salarios y prestaciones de los funcionarios de los tres órdenes de Gobierno, incluidos los inexplicables excesos en los que han caído los diputados y senadores de la república.
En su gustada columna "Itinerario Político", del 1 de septiembre, en El Universal, Ricardo Alemán dice: "El semanario Emeequis documentó que la saliente 60 Legislatura gastó -de 2006 a 2009- 12.72 millones de pesos en galletitas, café y leche; 6.8 millones en botellas de agua; 126 millones en comidas en eventos y vales de alimentos; 613 millones en boletos de avión; 670 millones en seguros médicos; 190 millones en teléfonos fijos y 32 millones en celulares. Además, cada diputado recibe vales para gasolina, tarjeta IAVE para pasar gratis las carreteras
Como el buen juez por su casa empieza, la presente Legislatura podría empezar para atenuar el déficit fiscal, por reducir los inmerecidos privilegios que sólo en la Cámara de Diputados se enumeran, faltan en la de senadores, el IFE, paraestatales o en el Poder Judicial de la Federación, en donde todavía las prestaciones y salarios son más altos.
Lo de los diputados me recuerda la ocasión aquélla en la que la esposa de uno de ellos va con el doctor solicitándole ayuda para revivir el apetito sexual del legislador. El doctor le receta Viagra, pero la señora le explica que no hay poder humano que haga que el diputado tome pastillas. El galeno le recomienda entonces que se la disuelva en el café. Pasan los días y la señora regresa al consultorio y le dice al doctor:
--¡Ay, doctor, fue horrible!
--¿Qué fue lo que pasó? -le pregunta el médico intrigado-, ¿acaso no siguió mis instrucciones al pie de la letra?
--Sí, doctor -responde acongojada-, le eché esa Viagra en el café sin que él se diera cuenta y el efecto fue inmediato. Se levantó de la silla, tiró al piso todo lo que estaba sobre la mesa, de desvistió violentamente, me subió a la mesa e hicimos el amor fogosa e incandescentemente, ¡ay, doctor, fue horrible, fue horrible!
--¿Cómo que fue horrible? -inquiere el doctor-, ¿fue malo el sexo?
--No, doctor, fue el mejor sexo que hayamos tenido en 25 años, pero no tengo cara para regresar nunca más al comedor de la Cámara de Diputados.