La bioenergía producida a pequeña escala en comunidades locales puede jugar un papel clave en el desarrollo en los países pobres, según el resultado de un nuevo informe realizado de forma conjunta por la FAO y el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID, por sus siglas en inglés).
El estudio "Iniciativas de bioenergía a pequeña escala: breve descripción y conclusiones preliminares de estudios de caso en Latinoamérica, Asia y África", se centra en 15 proyectos diversos sobre bioenergía en 12 países en tres continentes y que utilizan un amplio abanico de tecnologías.
El encendido debate sobre la bioenergía se ha centrado sobre todo en los combustibles líquidos para el transporte, pero más del 80 por ciento de uso de bioenergía en el mundo proviene de otras fuentes, en especial la madera, que se utiliza para cocinar y calentarse en muchas partes del mundo.
La preocupación por el impacto de los biocombustibles para el transporte en el medio ambiente, los recursos hídricos y la seguridad alimentaria, ha ensombrecido los diferentes efectos positivos que tienen para la población rural pobre.
El estudio demuestra con claridad los enormes beneficios potenciales de las nuevas tecnologías para la energía obtenida de la biomasa, algunas sencillas y otras más sofisticadas.
Entre los beneficios potenciales de la energía destacados en el estudio, se incluyen: Un incremento en la eficiencia de los recursos naturales, ya que se puede obtener energía de desechos que de otro modo se quemarían o se dejarían descomponerse; la obtención de subproductos útiles como fertilizantes asequibles derivados de la producción de biogás; la posibilidad de producir simultáneamente alimentos y combustibles, a través de la siembra intercalada; la creación de un nuevo capital financiero mediante el uso de tierras marginales.
En todos los casos propuestos, incluso aquéllos basados en la venta de bioenergía en el mercado, la comunidad local se beneficia de un mejor acceso a la energía, tanto para uso doméstico como comercial.
Cabe destacar que los ciclos virtuosos se pretenden utilizar en comunidades en las que la gente tiene acceso a servicios energéticos necesarios para el desarrollo sin que el dinero se destine a combustibles fósiles o recursos naturales locales.
El estudio revela además que el uso de la bioenergía tiene a menudo un papel importante para proteger a la población rural pobre de los vaivenes del mercado de combustibles fósiles en tiempos de crisis energética, que luego se suele abandonar cuando el precio del crudo desciende.
En ninguno de los casos propuestos la producción de bioenergía ponía en peligro la seguridad alimentaria. Ya fuere porque la bioenergía provenía de cultivos no alimentarios o producidos en parcelas pequeñas o de tierras sin utilizar.
Estas iniciativas han involucrado de forma adecuada a la población local en la toma de decisiones sobre la bioenergía, de forma que si la seguridad alimentaria se hubiera visto afectada, habrían tomado medidas.
A pesar de que las iniciativas sobre la bioenergía plantean retos para su implementación, se trata de problemas similares a otras actividades productivas en áreas rurales, como las dificultades técnicas o la falta de capitales para invertir, según el informe.
La investigación para el estudio se realizó entre septiembre y noviembre del 2008 en base a una iniciativa conjunta de la FAO y el programa PISCES financiado por el DFID.
En México podría implementarse este programa en las zonas rurales, sobre todo en las marginadas, abandonadas o bien las consideradas como tierras ociosas, según la Constitución Política y la Ley Agraria. Desde luego que se requiere un estudio serio en donde intervendría el Registro Agrario Nacional (RAN), la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y desde luego la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en coordinación con los gobiernos de los estados y los municipios, de manera conjunta.