Torreón Calidad del aire Peregrinaciones Tránsito y Vialidad

NORMATIVIDAD AGROPECUARIA UN MENSAJE. . . PARA MEDITAR

AGUSTÍN CABRAL MARTELL

El cansancio de venir de tan lejos los hace adormecer un poco, sin embargo José y María se preparan para el gran momento, una hermosa sonrisa aflora en los labios de ella, se arrodilla y ora en silencio, es una larga plegaria que realiza con los brazos abiertos. José por su parte, echa unas cuantas varas al fuego, pues el frío nocturno es intenso, atiende a María con la delicada ternura adecuada a una princesa. Conversan un poco, José se dirige a orar con sus manos juntas y un rayo de luz de luna penetra por entre la grieta del techo de esa cueva oscura, húmeda y la más alejada del pueblo. El pesebre es un bloque de plata bruñida de madera negra. La cueva se va transformando lentamente en un palacio en el que brotan encantos de aromas y perfumes. La luz que en un principio sólo era un hilo dirigido hacia la persona de María, se torna ahora más intensa que es irresistible ya a los ojos, en medio de ella desaparece, como absorbida por un velo de incandescencia, la Virgen. . . y de ella emerge la Madre. Aparece el milagro más hermoso jamás visto en la historia de la humanidad y para la humanidad misma, Dios hecho hombre, el bebé recién nacido en los brazos de su Madre, un pequeño niño de color rosado y gordito, que gesticula y mueve sus manitas como capullo de rosa, que llora como un corderito acabado de nacer, mueve su cabecita que su madre sostiene en la palma de su mano y se inclina a besarlo en su pecho donde palpita su corazón por nosotros desde ese momento, ahí donde algún día recibirá la lanzada, que la cura su madre con un beso inmaculado.

José se había quedado dormido, pero por el resplandor de la luz que invade la cueva, lo despierta poco a poco. María llama a José, quien sorprendido y reverente toma al niño en sus manos. Los esposos se encuentran, se miran con lágrimas llenas de felicidad. Ven, dice María a José, ofrezcamos a Jesús al Padre. Ella de pie entre dos troncos que sostienen la bóveda, levanta a su Hijo entre los brazos y exclama: "Heme aquí. En su Nombre, ¡OH Dios! Te digo esto. Heme aquí para hacer tu voluntad. Y con Él, yo, María y José, mi esposo. Aquí están tus siervos, Señor. Que siempre hagamos a cada momento, en cualquier cosa, tu voluntad, para gloria tuya y por amor tuyo". Luego María se inclina y dice: "Tómalo, José" y ofrece al niño. José sostiene al niño, quien se siente indigno de ello, María insiste y le dice: "El Altísimo te ha escogido a ti". José sostiene al Niño en su pecho dándole abrigo y aclama, "¡OH, Señor, Dios mío!, se inclina, besando sus piecitos. Los animales que se encuentran en el lugar, sirven de abrigo y buen calor en cada respiro que hacen al despedir vapor por su hocico. María regresa con lienzos y fajas que previamente había calentado en la hoguera, envuelve al niño para protegerlo del intenso frió. José atiza el fuego, María arrulla al Niño apretándolo contra su corazón y poniendo sus mejillas sobre la cabecita para darle calor. El dulce Jesús, con la protección de sus padres, deja de llorar, se ha calmado su llanto e inicia su primer sueño.

Las profecías se han cumplido una a una con el nacimiento del Niño-Dios, Dios hecho hombre llega a nosotros para quedarse eternamente. ¡Ha llegado la luz al mundo que estaba en tinieblas! ¡Regocijémonos en Él, en el Niño Dios, que nos ha traído la paz, la verdadera razón de vivir! Él está con nosotros, debemos estar nosotros con Él, en santa paz, que el mundo tanto necesita, con alegría sana en cada hogar. Roguémosle ahora, elevemos una plegaria para que, ahora, más que nunca, nazca en cada uno de los corazones que más lo necesitan, ¡Que triunfe la hermandad en la tierra!, ¡que sea nuestra alma el establo de Belén! El Nuevo Testamento bíblico se inicia, su doctrina se extenderá sin topar fronteras y llegará a todos los confines de la tierra. "No vine a ser servido sino a servir", palabras que deben quedarse por siempre en la mente y corazón de todos nosotros, como herencia a seguir. Sigámoslo a lo largo de su vida para la nuestra, pongamos en práctica lo que se ha dicho: "Vivan felices y no dejen de orar". Que esta Navidad se viva intensamente y que la alegría que invade nuestros corazones hoy, perdure para siempre en cada uno de nuestros hogares. Hagamos de nuestra humanidad, eso, ¡humana!

Deseo de todo corazón que esta época de oración, recogimiento y alegría por el nacimiento de Cristo, traiga un cúmulo de bendiciones para cada hogar de nuestra gente de esta queridísima Comarca Lagunera.

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 487129

elsiglo.mx