El presidente norteamericano Barack Obama visita nuestro país. Que nos dispense tal honor tan poco tiempo después de haber mudado sus chivas a la Casa Blanca tendría algo de distintivo
Como suele ocurrir, se crean grandes expectativas por la visita del hombre más poderoso sobre la Tierra. Y como suele ocurrir, va a haber mucho ruido y pocas nueces. Ese tipo de reuniones tiene poca sustancia: básicamente son eventos para romper el hielo, oportunidades de tomarse fotografías en que presumen cuán excelentes son los dentistas que los atienden, y una forma de calibrar qué tan buena química existe entre los mandatarios. Y hasta ahí. Hay que recordar que los reunidos son políticos, y no confían ni en su sombra. Pero algo de buena voluntad y una pizca de confianza se puede lograr.
Además, Obama llega con un pequeño lastre: que en los últimos días su figura ha sido opacada por la de otro habitante del 1600 de la Avenida Pennsylvania: el nuevo Primer Can de la Nación, un perro de aguas portugués llamado Bo (¿Las iniciales del dueño?), que ha sido la comidilla de la prensa de por allá en estos días. El chucho es simpático, en su presentación no orinó a ningún reportero de la fuente y constituye la primera promesa (de las más conocidas) que Obama ha cumplido desde que ganó la elección
Obama va a llegar a México y Trinidad &Tobago con un as recién sacado de la manga: el haber mostrado simbólicamente que su Administración va a seguir un camino distinto de las de sus antecesores. ¿Cómo? Ordenando que se redujeran las restricciones de viaje y envío de remesas y otras cosas de los cubano-americanos a sus parientes en la isla bella. Es un gesto de buena voluntad, pero poco más. El 99.5% de los ciudadanos de Estados Unidos sigue estando imposibilitado de conocer La Habana, sus palmeras borrachas de sol, y sobre todo lo más destacable: sus mulatas. Y quitar prohibiciones sobre el envío de divisas no hace sino devolver la situación a como estaba hace algunos años: en realidad, nada nuevo bajo el sol. Incluso Fidel ya se quejó de que los cambios no eran lo que él esperaba. Yo que él, si acaso esperaría no morirme de decrepitud antes de que termine el mes.
Pero Obama va a poder presentarse ante sus pares del Continente como un reformista que quiere una nueva relación con Latinoamérica.
Qué tanto será gestual, qué tanto tendrá miga, ya veremos. Y comentaremos.