CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA (VIGÉSIMA SEGUNDA PARTE) EL ROL DE MÉDICOS Y MAESTROS EN LA SALUD MENTAL
Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. (PSILAC)
Pero la educación sexual pública y popular no termina sólo en lo mencionado la semana pasada, sino que las lecciones sobre el tema se encuentran al alcance de cualquiera, sin importar la edad, el género o el nivel de educación, mientras se haya aprendido a navegar en las tranquilas o en las tumultuosas y siempre productivas y enriquecedoras aguas de un océano tan extenso como es el Internet, en las que cualquiera que tenga acceso a una computadora en nuestros días puede ingresar y absorber muy diversas y contrastantes imágenes y mensajes al respecto. La diferencia con los otros medios, especialmente con la televisión, es que el sujeto se convierte de un ente pasivo y perezoso que simplemente recibe todo aquello que se le alimenta, a una persona activa, inquisitiva y exploradora, que puede investigar tan a fondo o tan superficialmente cualquier área sobre la sexualidad que le interese y desee conocer, aunque igualmente se puede conformar con esos estados pasivos de trance en los que puede enrolarse en diferentes períodos para recibir tumultuosamente toda clase de información sobre temas que versan sobre la sexualidad, en muchísimos y a veces ni siquiera imaginados derroteros. Es así, como puede descubrir todo aquello que se da, que existe o que se practica alrededor de nuestro planeta desde los impulsos y las fantasías más primitivas y básicas, hasta aquello que podría calificarse como sumamente sofisticado y exótico, pero de todos modos muy fuera de lo común de lo que estamos acostumbrados, y que sin embargo sigue siendo una parte importante de las prácticas sexuales en nuestras sociedades. Todo ello se localiza fácilmente y se puede obtener en la palma de la mano, con un poco de curiosidad, de imaginación y de paciencia. En esa forma, podemos calcular o deducir la cantidad de tiempo, de esfuerzo y de energía que muchos niños, adolescentes y adultos jóvenes, o inclusive algunos de mayor edad invierten en esa fervorosa conexión con sus computadoras, en muchas ocasiones a expensas y con gran sacrificio de sus horas de sueño, al pasar las noches en vela, navegando por esos territorios tan intrincados y extensos que les proporcionan aventuras increíbles y excitantes, sin moverse siquiera de la soledad de sus habitaciones. Imágenes que exploran y muestran explícitamente en vivo y a todo color diferentes estilos de prácticas y relaciones sexuales están al alcance de unas cuantas teclas, experiencias que inclusive en ocasiones saltan en forma espontánea y automática en las pantallas sin siquiera haberlas requerido, pero como un regalo sorpresivo y una parte intrínseca de esa información tan abundante que se puede encontrar en nuestros días en cualquier momento, sin horarios específicos o prohibidos, con esa libertad y discreción que caracterizan a nuestro muy práctico y civilizado mundo cibernético.
Si reflexionamos entonces sobre esa enorme cantidad de información sexual que nos rodea, que nos asalta y bombardea constantemente, independientemente de si lo hayamos pedido o no, nos haremos más conscientes de ese ambiente sin reglas ni control en el que pueden ingresar y moverse libremente nuestros niños y jóvenes, dentro y fuera de los hogares o de las escuelas, enfrentándose una y otra vez a tantos de estos mensajes a veces más claros, profusos y directos, mientras que en otras ocasiones se tornan inciertos, confusos y distorsionados, pero que globalmente forman parte también de esa educación no académica que se ha convertido ahora en una parte esencial de su vida común y corriente. ¿Hasta qué punto entonces, toda esa información sobre la sexualidad que proviene de los medios de comunicación viene a cubrir, sustituir, desfasar, opacar y contrarrestar ese otro tipo de información y de educación sexual que con tanta timidez y cautela se llega a ventilar en nuestras escuelas, a veces inclusive hasta secretamente todavía, como si siguiéramos viviendo estancados y asfixiados muchos siglos atrás? ¿Será realmente práctica y efectiva ese tipo de educación sexual como se maneja en nuestros días, o definitivamente se requiere de una verdadera revisión mucho más agresiva y actualizada del tipo de información que requieren nuestros niños y jóvenes de esta edad cibernética, a quienes incluso les pueden parecer ridículos y anticuados tales métodos y enseñanzas, al ser comparados con todo aquello a lo que se enfrentan a diario en los medios de comunicación? Me parece que para empezar, somos los padres y las madres, los adultos de hoy, los niños y adolescentes del ayer, quienes necesitamos esa información actualizada, esa información que creemos poseer porque así lo hemos creído "a la antigüita", sin bases firmes ni científicas, todavía basados en mitos y creencias de la calle, entre mágicas y religiosas, que nos oprimen y estresan ante ese enorme vacío de conocimientos y esa ignorancia y oscuridad en las que hemos crecido y fuimos educados. Como adultos tenemos esa responsabilidad en el presente, de modo que con mejores bases podamos enfrentar a nuestros hijos, para responder a sus preguntas, aclarar sus dudas, investigar junto con ellos aquello que desconocemos y asesorarnos mutuamente, en un esfuerzo por intentar darle mayor claridad a esa madeja informe de mensajes e imágenes que buscan retratar y dar forma a nuestra sexualidad y que surgen abrumadoramente de todas partes, sin que tengamos siquiera el tiempo para reparar en ello y tratar de comprenderlo. Ahí es donde necesitamos unir esfuerzos con los maestros y los psicólogos en las escuelas, con personas más capacitadas en dicha área de la educación (Continuará).