ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC) CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA ESTAR CON NUESTROS MUERTOS
Flores, flores frescas y esplendorosas por doquier; flores de verdes tallos que se ensanchan en todos los colores y aromas posibles para llenar nuestro día con su presencia, expandiéndose maravillosamente, en capullos solitarios, en grandes manojos, en ramilletes o en enormes cantidades, inundando todos aquellos espacios en los que se exponen y se venden, con los contrastes de una alfombra radiante que se extiende en todas direcciones. Margaritas, lirios, azucenas, nardos, claveles, rosas, narcisos, crisantemos, gladiolas, el intenso anaranjado del zempasuchitl y tantas otras cuya frescura y luminosidad contrastan con las miradas tristes, los ánimos caídos, el luto y la melancolía de los compradores; algunos que las jalonean apresuradamente después del regateo con los marchantes, como si buscaran simplemente cumplir con la tarea, como una obligación impuesta por sí mismos o por los demás. Otros que parecen aspirar y llenarse los pulmones con el aroma, escudriñar los pétalos concienzudamente como si se tratara de amigos recién encontrados, que disfrutan los colores con esa percepción extraordinaria de un mundo que florece ante sus ojos y bajo sus manos, mientras escogen minuciosamente los colores y el estilo de las flores, pensando tal vez en los gustos de los difuntos a las que se las van a ofrecer. Es la algarabía y el escándalo que sólo se da por unas cuantas horas, temporalmente en días como éstos, como el Día de Muertos, en los que el fervor, la nostalgia, los recuerdos, el homenaje, el cariño, el luto, la desilusión, el vacío sin llenar, la impotencia, el reencuentro, la melancolía, la búsqueda, la expiación, el intento de conversar, de complacer, de reconectarse, de congraciarse, de sentir una vez más la presencia, o aún de imaginar que están ahí y que siguen siendo nuestros.
A través de las flores y de las veladoras, de las ofrendas y los diversos tipos de objetos y alimentos, levantamos altares temporales o eternos, visitamos las tumbas, los panteones y los columbarios, en cualquier lugar en donde podamos reconectarnos, sentirnos una vez más unidos con ellos, con aquellos que se fueron, que desaparecieron de nuestras vidas y que dejaron sus espacios físicos vacíos, y sin embargo, se mantienen vivos dentro de cada uno de nosotros. A pesar de la muerte y las separaciones, ellos perduran en nosotros en esos cementerios internos, íntimos y muy personales, que cada uno vamos construyendo interiormente a lo largo de nuestras vidas, conforme nos enfrentamos a tales experiencias con la muerte que representan separaciones importantes, que intentamos comprender en su significado y su sentido. Definitivamente, ese es un espacio sumamente privado, a tal grado que a veces ni siquiera es consciente para muchos de sus dueños, porque desconocen que ellos mismos lo construyeron. Se trata de nuestras pequeñas pirámides personales, nuestros templos funerarios secretos, el espacio que les tenemos reservados a nuestros difuntos y a quienes sin tal vez estarlo, los hemos dejado de ver, les hemos perdido la pista y no sabemos más de su existencia, pero que igualmente los recordamos, los amamos, los veneramos y los seguimos sintiendo como parte de nosotros en mayor o menor grado, de acuerdo al vínculo desarrollado. Es ahí el sitio donde los podemos visitar en ciertas ocasiones cuando los necesitamos, o desde donde se nos aparecen y nos hablan; el lugar desde donde podemos escucharlos o dirigirles la palabra y entablar conversaciones secretas y muy personales, únicas y privadas porque son solamente nuestras, en esa privacidad que sólo podemos alcanzar dentro de nosotros mismos.
No cabe duda que en una u otra forma, los muertos siguen con nosotros, sobre todo aquellos quienes han sido vitales y han formado una parte fundamental de nuestra existencia, de nuestras raíces, de nuestra historia, de nuestro diario vivir; de manera que son imposibles de relegar, de arrinconar o de olvidar. Sin embargo, su presencia tampoco entorpece nuestro camino sin dejarnos avanzar. Por el contrario, se trata de compañeros cuya esencia sigue presente de alguna forma en nuestras vidas, y a ellos podemos acudir y con ellos podemos compartir en ciertas circunstancias específicas de necesidades y nostalgia, de esa "saudade" tan mágica y expresiva como la transmiten los portugueses y brasileños. El Día de Muertos se convierte definitivamente en un reencuentro, pero la realidad es que todos los días pueden ser días de muertos, a la vez que todos los días pueden ser días de vivos, en los que igualmente podemos dejarnos embelesar por el maravilloso aroma y los colores de las flores, y podemos beber y comer a las salud de quienes amamos, ya sea que estén aquí o si ya no se encuentran con nosotros.