Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. (PSILAC)
Y seguimos con los puentes, con esas magníficas obras de ingeniería, que con el paso de los años y en ciertos casos inclusive, se han convertido en obras de arte, iconos de una cultura, de una ciudad, de una época, de una raza, de algún movimiento histórico, guerrero, político o religioso, y que se mantienen en pie tantos de ellos para persistir en el tiempo, a través de los años o de los siglos, y permanecer con nosotros en ese proceso paradójico de envejecer renovándose, embelleciéndose y modificándose de algún modo, pero sin perder su vitalidad o su identidad, al seguir siendo ellos mismos, y lograr igualmente mantener todo ese dinamismo de sus funciones. Los puentes pueden ser esas estructuras físicas, reales y concretas, como las que se han mencionado en las semanas anteriores, pero igualmente es posible hablar de ensoñaciones, de ideales abstractos de tipo filosófico, religioso, poético o artístico, de lazos y vínculos con los que los seres humanos intentamos desarrollarnos a lo largo de nuestra existencia y sobrevivir en la sociedad y en el mundo al que pertenecemos, en esa interminable búsqueda de las otras personas, quienes a la vez nos reflejan y nos ayudan a ubicarnos a nosotros mismos, en cualquier rincón en el que hayamos escogido plantarnos.
Nuestra comarca lagunera al igual que tantas otras, también se ha caracterizado por la construcción de sus puentes, especialmente al depender en sus inicios de las aguas y las volubles corrientes del Río Nazas, que han dado vida a esta región, y que a la vez ha hecho necesario cruzarlas, para sobrevivir en esa interesante paradoja de la Laguna en el desierto, así como para mantenerse en contacto y en comunicación. Sin embargo, el primer y quizás más famoso puente de estos rumbos, no necesariamente tenía que ver con un río, sino que buscaba comunicar dos minas y un pequeño pueblo que se desarrolló como consecuencia en sus orillas. Así, podríamos decir que uno de los puentes más antiguos de la comarca, es el muy popular y renombrado, pero hasta cierto punto descuidado y abandonado Puente de Ojuela, a solo unos cuantos pasos de las tres ciudades de La Laguna, como parte del estado de Durango y en la población de Mapimí. Curiosamente, se trata también de un puente colgante, pero a pequeña escala, que fue construido a finales del siglo XIX, en 1892 para ser más exactos, por un ingeniero que se dice participó años más tarde en la construcción de alguno de los puentes colgantes de la ciudad de San Francisco, mencionados la semana pasada. A pesar del tiempo y del olvido, ahí se mantiene el puente de Ojuela, como pieza de museo, como una joya antigua no del todo valorada; como uno de los no muy numerosos atractivos turísticos de nuestra región, y como símbolo también de aquellos antepasados mineros que ayudaron al desarrollo y a la colonización de estas tierras.
Pero este nuestro río Nazas, cuenta además con toda una colección de puentes que lo cruzan a diferentes niveles de lo que ha llegado a ser su cauce, y cuyas aguas todavía nos alcanzan a sorprender de vez en cuando, como sucedió el año pasado. Al parecer, según dice la historia, como sucede en los cuentos del viejo Oeste, el primer puente construido de madera facilitó a su vez la llegada de la primera locomotora por estas tierras, allá por 1883, un poco antes de que apareciera el puente de Ojuela. Se trató de un puente que naturalmente fue renovado en varias ocasiones, para que posteriormente a través de los años, y a lo largo del siglo XX, fuera acompañado por otros tantos puentes, que se han ido construyendo de acuerdo a las necesidades de estas variados estilos de comunidades que han crecido a sus orillas. De esta forma, y en los primeros años, se mantuvo un puente para los ferrocarriles, otro para los tranvías y uno más para los peatones y para los primeros autos y vehículos que paulatinamente fueron enlazando y comunicando a estas comunidades, a tal grado que la demanda y las mismas aguas del río determinaron la construcción de otros nuevos puentes que son los que utilizamos actualmente, y que forman una parte vital de la red vial de nuestra comarca (Continuará).
