"La democracia es el peor de los sistemas políticos, excepto por todos los demás."
Winston Churchill
Me parece razonable la mayoría de las propuestas de reforma política que ayer anunció el presidente Calderón. Mi cuestionamiento más importante no radica en el contenido de la iniciativa sino en la duda de por qué esperó hasta el cuarto año de Gobierno para presentarla, en un momento en que la bancada del PAN en la Cámara de Diputados se ha visto considerablemente mermada tras las elecciones de julio pasado. Cómo olvidar, por otra parte, que el presidente ya aprobó y respaldó una reforma electoral en 2007. Qué absurdo que dos años después quiera empezar a hacer una verdadera reforma.
La reelección consecutiva de diputados y senadores es importante. No generará milagros, porque por sí sola y en el corto plazo no puede mejorar la calidad de la clase política, pero por lo menos puede aumentar la rendición de cuentas de los legisladores ante los ciudadanos en lugar de ante los líderes de los partidos políticos. La reeleción de los presidentes municipales es también crucial. Los actuales tres años simplemente no son suficientes para lograr las transformaciones que necesitan nuestras ciudades.
La disminución de 100 diputados y 32 senadores es también una medida positiva. El exceso de legisladores no ha aportado nada bueno a nuestro Congreso, pero sí ha sumado costos a los contribuyentes. Aumentar de 2 a 4 por ciento el porcentaje de votos para mantener el registro de un partido me parece correcto. También es razonable que los ciudadanos y la Suprema Corte de Justicia puedan presentar iniciativas legislativas.
Las candidaturas independientes son indispensables. No es posible que el actual sistema nos impida a la enorme mayoría de los ciudadanos, que no somos miembros de ningún partido político, aspirar a cargos de elección popular.
La segunda vuelta no resolverá las disputas post-electorales. Andrés Manuel Lopez Obrador habría desconocido una derrota en segunda vuelta al igual que en una en primera. Esta doble ronda, por otra parte, nos costará bastante más dinero a los ciudadanos, que ya pagamos unas elecciones exageradamente caras.
El que el presidente tenga una facultad acotada, limitada a dos ocasiones en cada período, de presentar iniciativas preferentes, que deban ser dictaminadas y votadas a favor o en contra por el Congreso, es también una petición sensata. Estoy de acuerdo también con dar al presidente la facultad de hacer observaciones totales o parciales de las iniciativas aprobadas por el Congreso y en especial del Presupuesto de Egresos. No se puede pedir a un presidente que administre un presupuesto con el que no está de acuerdo y al que no le ha podido siquiera hacer modificaciones.
Creo que hay muchas otras reformas que deberían considerarse. Yo en lo personal estaría a favor de que se eliminaran las restricciones a la compra de espacios de radio y televisión por particulares para expresar ideas políticas y la prohibición a las campañas negativas. De hecho, preferiría un sistema electoral cuyos costos no se le cargaran al contribuyente como el que tenemos en la actualidad.
Reconozco, sin embargo, que las propuestas del presidente representarán un paso adelante en la construcción de un sistema político más sano. Nuevamnete me pregunto, sin embargo, por qué el presidente no impulsó este paquete de propuestas desde el primer momento en lugar de permitir que se aprobara el engendro de 2007.
Tanto Standard & Poors como Fitch Ratings tienen razón. El Gobierno y el Congreso no han hecho las reformas de fondo que permitirían a México tener un crecimiento económico sostenido. Así como en política ha sido necesario proponer una nueva reforma después de la de 2007, en energía necesitamos también una reforma en serio porque que la de 2008 es insuficiente. Y en lo fiscal, las misceláneas de 2007 y 2009 ni siquiera tocaron el meollo del problema.
