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Obama y el calentamiento global

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Ya habíamos comentado en este espacio que muchas de las acciones del primer año de Gobierno del presidente norteamericano Barack Obama estaban encaminadas a rectificar las metidas de pata de su antecesor, y marcar las notorias y clarísimas diferencias entre él y el tonto del pueblo texano. No sólo porque éstas existan, sino para generar una dinámica de rompimiento con el pasado que le ayude, sobre todo en el frente externo.

Así, Obama dio marcha atrás a la instalación del escudo antimisiles que Bush había negociado en Polonia y la República Checa. La verdad, pocos le hallaban utilidad al mentado escudo, excepto como herramienta para irritar a los rusos, que lo veían, justificadamente, como una provocación. Total, que una piedrita en el ojo que había estado molestando durante años fue eliminada de un plumazo... lo que mejoró notablemente el ambiente para otras negociaciones con Rusia. Los que sí quedaron colgados de la brocha fueron checos y polacos. Quién les manda ser arrimados tardíos a la OTAN.

Pero en quizá la muestra más clara de que él no es Bush, hace un par de días Obama habló apasionadamente en relación con lo que hay que hacer para detener el calentamiento global. Un asunto que, recordemos, es muy caro al exvicepresidente y candidato robado Al Gore.

En parte por ello, en parte por convicción, Bush no se dignó tocar el tema en sus ocho años. Además, la extrema derecha norteamericana ve todo el asunto como un mito genial, y se niega a encarar el problema, alegando que no existe. Todo lo que implique restricciones a la economía tradicional, la que quema carbón y petróleo como desesperada, les suena a comunismo... aunque esa ideología ya no exista

sobre la faz de la Tierra. Y ello, aunque los números y datos sean cada vez más contundentes: estamos alterando el clima de nuestro planeta, con consecuencias que nadie puede prever. No se trata sólo de los osos polares quedándose sin hábitat o las lluvias y sequías récord que estamos registrando por todos lados. No: podemos enfermar de manera irreversible la salud del único hogar que tenemos.

Algo así dijo Obama, quien a su discurso ante la ONU le imprimió una sensación de urgencia que sorprendió a propios y extraños. Quizá para empujar la agenda en la reunión internacional que sobre calentamiento global se celebrará en Dinamarca en unos meses. O para empezar a meterle presión a China, país responsable de buena parte de las emisiones de gases de invernadero. O simplemente, porque ése es el Obama que le gusta a su pueblo y al mundo: entregado, consciente, que se arremanga la camisa para entrarle a los problemas. Y claro, se llevó una buena ovación. Pero no es con aplausos como se va a llegar a tomar decisiones que, la verdad, se ven muy difíciles de consensuar. A ver qué pasa más tarde en Copenhague.

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