“Al final, de eso se trata la elección. ¿Participamos en una política de cinismo o en una política de esperanza?”.
Barack Obama
Pocas inauguraciones presidenciales, en Estados Unidos o en cualquier otro país del mundo, han generado tantas expectativas como la de Barack Obama que se llevará a cabo hoy. Mucha gente está haciendo un paralelo con la toma de poder de John F. Kennedy en 1961, quien generaba un entusiasmo similar. Hay que tener cuidado, sin embargo, de que unas esperanzas exageradas no generen después una desilusión.
Obama, como Kennedy, es un mandatario joven, demócrata, progresista y carismático que reemplaza a un presidente viejo, republicano, conservador y poco atractivo para los medios. Es el primer presidente negro en la historia de Estados Unidos (aun cuando más bien se trata de un mulato, ya que su madre era blanca) en tanto que Kennedy fue el primer católico en llegar a la Casa Blanca (de hecho, el primero y el último hasta ahora).
Kennedy fue electo y tomó el poder en un momento de recesión económica, Obama lo hace en una recesión mucho más severa. Kennedy ofreció un hermoso discurso en su inauguración, el 20 de enero de 1961 (hoy hace 48 años) con el tema de “No preguntes qué puede hacer tu país para ti; pregunta qué puedes hacer tú por tu país”. Obama, quien es un gran orador, seguramente ofrecerá también un discurso memorable. Kennedy llegó a la Casa Blanca acompañado por una bella mujer, Jacqueline, y dos pequeños hijos que fascinaron a los medios de comunicación; Obama lo hace con su no menos bella esposa, Michelle, y dos encantadoras niñas.
Ya como presidente, en un gesto que posteriormente reconoció como un momento de debilidad, Kennedy permitió en abril de 1961 la fallida invasión a Cuba de Bahía de Cochinos, protagonizada por una fuerza expedicionaria de refugiados cubanos que fue aplastada por las tropas de Fidel Castro. En 1962 se enfrentó con Nikita Jruschchev, en ese entonces gobernante soviético, a quien obligó a desmantelar las plataformas de proyectiles nucleares de la URSS en Cuba a cambio de la promesa de no intentar nuevamente el derrocamiento del cubano Fidel Castro. Kennedy también empezó la escalada militar estadounidense en Vietnam.
Si bien en un principio fue tímido en la defensa de los derechos civiles, debido a que necesitaba el apoyo de los legisladores demócratas de estados racistas del Sur, en 1962 envió policías y tropas federales para asegurar el ingreso del negro James Meredith a la Universidad de Mississippi y en 1963 hizo lo mismo en Alabama, para garantizar el acceso de dos estudiantes negros a la universidad de ese estado. Dio las órdenes, sin embargo, para que el FBI mantuviera una vigilancia ilegal sobre Martin Luther King, Jr. y otros dirigentes de la lucha por los derechos civiles. También usó al FBI de manera ilegal para chantajear a U.S. Steel y otras empresas acereras para que no subieran los precios de sus productos.
La imaginación popular ha convertido a Kennedy en un héroe, pero esto se debe en parte a que fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 cuando tenía apenas 46 años de edad (Obama llega a la Casa Blanca con 47). Nadie sabe qué habría ocurrido con su fama pública de haber concluido cuatro u ocho años de Gobierno. Muchas de las acciones por las que hoy se le alaba, como la creación de programas sociales o el Estatuto de Derechos Civiles de 1964, fueron en realidad concluidas por su sucesor, Lyndon B. Johnson, a quien la historia popular ha menospreciado (no era ni joven ni carismático).
Obama toma hoy posesión de la Presidencia en un momento mucho más difícil que Kennedy. No sólo Estados Unidos está sufriendo la que parece la peor recesión desde la década de 1930, sino que lo hace en una economía que está registrando en términos nominales el mayor déficit de presupuesto de la historia… y no sólo de Estados Unidos sino de la humanidad. Las masivas inyecciones de dinero que el Gobierno estadounidense ha aplicado para reactivar la economía o para rescatar a la banca y a las empresas fabricantes de automóviles, no han servido hasta el momento para aliviar la severidad de la recesión y si han creado temores sobre el futuro económico de la nación.
Si fuéramos pragmáticos, podríamos hoy muy fácilmente caer en el escepticismo. Es poco el margen de maniobra de cualquier presidente para enfrentar los retos fundamentales de un país, especialmente Estados Unidos. Las transformaciones importantes requieren de años de trabajo y de acuerdos muy amplios.
Pero la política es muchas veces más un juego de percepciones que de realidades. Kennedy, que cultivó una imagen pública de juventud y vigor, era en realidad un hombre enfermo que sufría constantes y paralizantes dolores. Obama puede hoy construir un nuevo ánimo en una sociedad invadida por el escepticismo. Quizá pueda generar esa pequeña dosis de optimismo que es indispensable para salir adelante de cualquier crisis.
SLIM Y EL NEW YORK TIMES
No sorprende que Carlos Slim esté negociando la posibilidad de hacer una inversión de cientos de millones de dólares en The New York Times, como lo señaló la agencia Reuters. Tendría más sentido que invirtiera en México para ofrecer un servicio de televisión a través de la red de Telmex y generar competencia a los monopolios de cable y satélite. Pero en México no se le ha permitido esa inversión.
www.sergiosarmiento.com