Esta semana los medios de comunicación sobredimensionaron una nota internacional: el hecho de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, matara una mosca durante una entrevista, el martes, con el corresponsal de la cadena televisiva CNBC, Jonh Harwood.
La publicación en todos los medios del mundo destacando el manazo de Obama y la mosca en el suelo reafirma mi posición de que somos una generación de humanos que, eludiendo lo sustantivo, estamos atrapados en lo superfluo, en lo nimio... en lo banal.
Quizá este viejo Filósofo esté fuera de contexto, pero me gustaría más que los medios internacionales destacaran que los Estados Unidos han pasado de un "liderazgo moral", con George W. Bush, basado en la "autoridad de la fuerza", a un liderazgo, con Obama, cimentado en la intención de la apertura con el mundo islámico -que tiene un acendrado resentimiento hacia los norteamericanos- y que por otra parte busca reconstruir los lazos de amistad perdidos con América Latina y sus aliados.
Me gustaría que se destacara que las nuevas políticas manejadas por Obama en derechos humanos, en el orden económico y en la política internacional, son pasos sensibles para reencontrarse con el liderazgo moral desgastado, en lo interno y en lo internacional, además reafirman el 70% de popularidad que goza el presidente entre los norteamericanos, quienes han visto con simpatía su brillante participación en el G-20, o la valiente visita a Irak, actos que reflejan un presidente con un estilo político sensible e innovador.
Obama asumió el poder con la pesada tarea de enfrentar la peor crisis económica después de la recesión de 1929, misma que generó un sistema regulatorio que en el siglo XXI fue avasallado por la sofisticada economía global; en respuesta a tal problemática, esta semana presentó una propuesta para una amplia reforma al sector financiero, buscando establecer un marco mínimo que evite la repetición de una crisis que amenace al sistema entero como la reciente, que casi condujo al mundo a una catástrofe de resultados insospechados.
Lo de la nota de Obama y la mosca me recuerda la ocasión aquélla en la que el gobernador de Tamaulipas, Horacio Terán, fue a la peluquería del afamado "Fígaro" Elizalde. Un periodista de la época, con amplia publicidad en su periódico, catalogó el haber ido con el peluquero "como un acto excepcional", un "gesto democrático del gobernador". El profesor Raúl García dice en su libro Las ocurrencias de don Arnulfo (Martínez) que este queridísimo poeta popular se refirió de la siguiente manera al hecho:
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