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OBAMANÍA

Carlos Fuentes

PARÍS.- Hay que verlo pensar,

hablar sin notas ni errores,

en oraciones completas. Hay

que verlo moverse (“igual a Fred

Astaire”, dice Silvia mi esposa). Y

las comparaciones no valdrían, Barack

Obama podría haber sucedido,

sin demérito, a Jorge Washington

o a Abraham Lincoln.

Sucede, sin embargo, que sucede

a GeorgeW. Bush y las comparaciones,

por odiosas que sean, se imponen.

Bush se refería a los Estados

Unidos de América como “la

última esperanza de la humanidad”

y el primer país, no entre pares,

sino en términos absolutos.

Obama se presenta como “par de

los demás”, “socio”, no “jefe”.

Bush favorecía el enfrentamiento

directo contra Irán, contra Irak,

contra “el eje del mal”. Obama, en

cambio, prefiere tender la mano y

ofrecer negociaciones. “Se negocia

con los enemigos, no con los amigos”,

aclara el ex-secretario de Estado

(republicano) James Baker.

Bush emprendió una guerra innecesaria

contra el Irak de Saddam

con falsos pretextos. Irak no tenía

armas de destrucción masiva. Tenía

pozos petroleros para satisfacción

del vice-presidente Dick Cheney,

magnate del oro negro. Bush

permitió el uso de la tortura, la detención

indiscriminada e ilegal de

sospechosos, las prisiones de Abu

Ghraib y Guantánamo. Obama ha

anunciado el cierre de Guantánamo,

la liberación de prisioneros injustamente

detenidos, la cooperación

internacional para recibir a

ex-prisioneros que peligran si regresan

a sus lugares de origen.

Bush permitió -con algunas reservas-

que el Estado de Israel actuara

a su antojo en el Oriente Medio.

Obama ha procedido a conversar

con Siria como primer paso de una

nueva política que puede conducir

a la coexistencia de un Israel al cabo

Estado cliente de Washington,

de una Palestina territorialmente

integrada y de una vecindad -Siria,

Líbano, Jordania, Egipto, los Estados

Árabes-, sujeta a obligaciones

internacionales y a un estatuto de

paz y no intervención.

Ello no significa que la nueva

política exterior de Obama no encuentre

escollos. En Afganistán, la

nueva frontera contra el terrorismo,

Obama no tiene apoyos. El Gobierno

de Karzai es corrupto y débil,

las huestes de Al Qaeda y el Talibán,

huidizas y en Irak mismo, el

Gobierno de Bagdad, librado de tutelas,

puede consolidarse como régimen

unitario o dar lugar a la partición

territorial entre sunis, chiítas

y kurdos, éstos en la frontera de

una Turquía islámica incierta de

sus alianzas mediterráneas y con

Norteamérica.

Acaso los problemas más cercanos

para Obama no sean los que

acabo de mencionar, sino los que le

plantean sus socios. Cercano al primer

ministro británico Gordon

Brown, lejano del presidente de

Francia, Nicolas Sarkozy, ubicada

la canciller alemana Angela Merkel

en el virtuoso medio, ello no resuelve

un asunto central de la

Alianza Atlántica: el proteccionismo

de unos, la apertura de otros.

En todo caso, Obama se acercó notoriamente

al presidente ruso, Dimitri

Medvedev y al chino, Hu Jintao.

Terminada la Guerra Fría, la

ideología se somete a los intereses

económicos, políticos y comerciales.

Pierde por ello la anticuada

pretensión de ver a Cuba como “satélite

soviético” y gana, en cambio,

la aceptabilidad de regímenes de

“capitalismo autoritario” como

China, Vietnam y... Cuba. China, al

fin y al cabo, detenta la cantidad

suficiente de bonos del tesoro americano

como para quebrar, si quisiera,

a los Estados Unidos. Pero

no quiere porque no puede quebrarse

a sí misma. Realidades de la

globalización. La conferencia de

Londres otorgó al desacreditado

Fondo Monetario Internacional (el

rico Pato Macpato global) la misión,

contraria a todo antecedente,

de pasar del crédito restrictivo al

crédito generoso: mil trillones de

ayuda a las economías mundiales.

Veremos si el FMI deja atrás su historial

de favorecer más a las inversiones

extranjeras que a las naciones

independientes. Veremos si

ahora favorece la liquidez en vez

de la larga sombra de la austeridad.

Veremos si se supera el estrecho

“consenso deWashington” y lo

que David Brooks llama “la novela

de la avaricia” y “la novela de la estupidez”,

a favor de un simple (y

complejo) conocimiento de la historia.

Barack Obama ha sido un portavoz

del porvenir histórico en su

gira europea. Ha corregido sustancialmente

los errores de la reciente

política norteamericana. Se ha

presentado como socio igualitario

del nuevo orden económico. Entiende

que de ahora en adelante,

habrá más de una sola gran potencia.

China, Europa occidental, Rusia,

la India, Brasil... Admite las fallas

de la nación norteamericana,

“arrogancia, desinterés... y faltas

de apreciación”. Lo que no admite

es el antiamericanismo automático

tan frecuente -e inútil- en el

mundo. La lección de Obama es la

del diálogo paritario, la búsqueda

de soluciones y el respeto a las diversidades.

Y dice y hace todo esto,moviéndose

(mi esposa tiene razón) con la

elegancia de Fred Astaire. Añado:

nunca se comporta con familiaridad;

siempre con amabilidad. Su

norma es, así, la dignidad. Como

Washington. Como Lincoln.

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