En la semana que acaba de terminar, la Presidencia de la República lanzó dos mensajes con la intención de generar un poco de confianza en una sociedad mexicana que está siendo fuertemente azotada por dos problemas que, contrario a la visión oficial, día a día se han ido agravando: la crisis económica y la inseguridad pública.
El domingo 15 de febrero, durante la ceremonia de despedida del buque-escuela Cuauhtémoc en el puerto de Acapulco, Guerrero, el presidente Felipe Calderón aseguró que México comenzaría a ver signos de recuperación económica en seis meses. Calderón dijo: “Estoy seguro que cuando el Cuauhtémoc esté de regreso, hacia finales del verano, México, por su parte, habrá ya superado el peor momento del entorno económico mundial”.
Un día después, frente a integrantes de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, a quienes recibió en la residencia oficial de Los Pinos, aseguró que los grupos criminales en México se encuentran “desesperados” por el combate que el Ejecutivo Federal ha emprendido en contra de ellos. Esta declaración fue respaldada por la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, quien además de afirmar que la violencia asociada al crimen organizado debe visualizarse como resultado “de la acción tan decidida del Estado mexicano para combatirlo”, aseguró que el problema se concentraba en sólo tres estados: Baja California, Chihuahua y Sinaloa.
Pero qué difícil resulta creer en estas declaraciones cuando la realidad golpea tan duro como lo hizo en la semana que pasó. El martes 17, La Laguna vivió una de las jornadas más violentas en su historia reciente, con balaceras en distintos puntos de la región que dejaron al menos 11 personas muertas, con las cuales sumaron más de 40 homicidios en un lapso de una semana, cifra récord en esta otrora tranquila comarca.
En la cuestión económica, en la semana se dio a conocer que tan sólo en el último semestre Coahuila y Durango, estados a los que pertenece La Laguna, perdieron más de 41 mil empleos.
Pero el Gobierno Federal quiere hacerle ver a los mexicanos que la luz al final de este largo túnel ya está cerca y que pronto las cosas marcharán mejor. Sin duda muchos ciudadanos desearían compartir el optimismo del presidente Calderón y su equipo, sin embargo, la angustia real del día a día no se los permite.