El optimismo es visto con recelo. Quien se entusiasma o es un novato o peca de ingenuidad. El escepticismo o el franco pesimismo son mucho más cómodos y populares. Sin embargo creo que Barack Obama está imprimiendo un giro notable a las relaciones de Estados Unidos con el mundo. ¿Percepciones? ¿Mera subjetividad? Hay quien argumenta que son puras palabras, que no hay compromisos firmados. Tienen razón y sin embargo la postura implica cierto desprecio por la palabra. Las palabras son compromisos para quien las respeta y se respeta. Son el inicio. Las dudas van más allá ¿puede un imperio cambiar, adaptarse al siempre sorprendente nuevo mundo?
De entrada la actitud del presidente Obama es muy diferente a la de su antecesor, por ir al contraste, pero podría ser plural, antecesores. Humildad remite a asuntos religiosos que no vienen al caso.
El líder de un imperio no puede ser humilde, pero tanto en la cumbre del G-20 como en su reciente gira por América Latina, Obama insistió en el trato de igual a igual. No es una mala presentación ante la comunidad internacional. La diplomacia y no las amenazas militares parecen ser sus instrumentos de trabajo.
No es una mala noticia. ¿Hubiéramos imaginado una foto del presidente de los Estados Unidos saludando cordialmente a Hugo Chávez o anunciando una nueva relación con Cuba o que su enviado especial para Afganistán y Paquistán pidiera disculpas por las muertes civiles provocadas en las incursiones militares? ¿Hubiéramos pensado en la posibilidad de que la palabra corresponsabilidad apareciera en el trato hacia el narcotráfico?
La visita de nueve horas efectivas a México fue un éxito diplomático. Digámoslo sin ambages, la Cancillería y nuestra embajada en Estados Unidos lo hicieron muy bien.
Fue un éxito en términos de ratificar que nuestro país está en un lugar prioritario de la agenda. Hace dos años nos quejábamos del olvido. Calderón y Obama hablaron públicamente de los asuntos nodales: guerra al narco, tráfico de armas, migración, flujos de dinero, insisto de corresponsabilidad. Detrás están muchas horas de trabajo.
Con la visita a la Quinta Cumbre de las Américas parece que Latinoamérica volverá a estar en el mapa de Washington después de una década de naufragio en las relaciones.
"No vengo a discutir el pasado; vengo aquí para pensar el futuro" lanzó Obama como respuesta a la perorata de Daniel Ortega que reclamaba al presidente de Estados Unidos cuestiones ocurridas antes de su nacimiento, incluso siglos atrás. "Quiero ser tu amigo" fue la expresión inicial del guerrero Hugo Chávez después del acercamiento inicial de Obama.
Por supuesto Chávez se protegería asegurando que el imperio es el imperio. Lula, Kirchner, Bachellet salen de Trinidad y Tobago sin críticas a Obama. Algo está cambiando. Pero detrás están las realidades: un Continente Americano que ocupa alrededor del 30% de la superficie terrestre pero cuya población ya no alcanza ni el 15%, frente a Asia con más del 60% de moradores mundiales. Dos tercios de la producción del orbe provienen ya de Europa y Asia. África simplemente no pinta en ese mapa.
Los acuerdos comerciales no ocuparon un lugar relevante en la reunión en Puerto España que quizá en la historia quede simplemente como una reanudación del diálogo interrumpido.
El ALCA lanzado por Clinton como propuesta en 94 se mira todavía muy lejos. Pero entre las dos fechas, 94 y el 09 América Latina ha caminado hacia la integración comercial que antes era anatema.
Los países de América del Sur pero también Centroamérica hoy caminan por el mismo sendero que hace tres lustros era traición.
El Secretario General de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, solicita que se derogue la cláusula de exclusión de Cuba de la organización. No es la primera ocasión que se solicita algo similar. Pero hay una diferencia sustancial: el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, pide a sus colegas continentales que auxilien para que la isla reúna los requisitos democráticos para su inclusión. Ya no se trata de cercar, de presionar, de doblegar.
Obama busca convencer a sus pares para que induzcan un cambio. Suspicacias y escepticismos son entendibles. Las desilusiones cuando no las traiciones del pasado nos atrapan.
Pero no nos volvamos sus prisioneros. Hay cambios en la sustancia, no sólo en el estilo. Negarlos lo único que logra es propiciar su fracaso.
MARGARITA ZAVALA.- Una piedra en el zapato recuerda una molestia. Cuando las cosas van como deben de ir simplemente nos olvidamos del potencial problema. Discreta, amable, natural, sin protagonismos, elegante, cuidadosa de los detalles, así va ella por el mundo. Igual junto a la Reina de Inglaterra, entre príncipes y princesas que como anfitriona de Obama o entre damnificados por un desastre natural.
Cumple su función con profesionalismo, como si se hubiera entrenado para ello. No hay penas ajenas que se convierten en propias. Duerme uno mejor con Margarita en Los Pinos.