Sólo una ráfaga de alegría
que se mezcle en tus ojos,
con la ternura de tu mirada
que un día me embeleció.
Teniendo como marco
la vida ya pasada,
y que sin tener conciencia
el sol desvaneció.
Como quien se enmohece
con la humedad de la lluvia,
afectando las bisagras
de nuestros cuerpos.
Así se deterioran nuestras almas,
amargadas por el silencio;
cuya virtud es atrofiar
el pensamiento y la memoria.
Aunque en nuestros subconscientes
quisiéramos atrapar
aunque sea la sombra
tenue y redimida
de una fugaz mirada
de la existencia ida.
Del libro:
En el Alarido de lo Inmarcesible.