La matanza de palestinos en la Franja de Gaza, iniciada desde finales del dos mil ocho, me llevó a recordar el eterno conflicto de las religiones monoteístas, aunque para el caso, habrá que buscar la verdad analizando otras excusas para la expresión salvaje de la guerra; entre ellas: la más elemental, la defensa de un territorio ocupado, u otras más sofisticadas en análisis de fondo, casos de la posición geográfica estratégica o el agua.
Defender a Dios es una “excelente” justificación para hacer la guerra, utilizada a través de los tiempos por los monoteístas judíos, cristianos e islamitas; fue la excusa de Constantino, para imponer el cristianismo en el ocaso de la Roma Antigua; de Mohamed, buscando reunir las tribus árabes para lanzarse a la conquista del mundo entonces conocido; también de Urbano II, justificando las Cruzadas contra los “infieles”; o los judíos, para agredir a medio-orientales, aposentarse en sus tierras y asesinarlos o esclavizarlos.
En nuestros tiempos, fue el pretexto inicial de George W. Bush, para matar a su enemigo Sadam Hussein.
Fulgencio, en el siglo IV, declaraba: “de esto puedes estar seguro y convencido, más allá de toda duda: no sólo los paganos sino también todos los judíos son herejes y los cismáticos arderán en el fuego eterno que ha sido dispuesto para el diablo y sus ángeles”; Mahoma, hizo lo propio, eligiendo el extremismo al proclamar “guerra contra los infieles”, ofreciendo un cielo lleno de placeres sensuales para los caídos en batalla. Más adelante en la historia, estando más materializada la raza humana, buscando los intereses económicos, el guerrero Bush, se apoyó en esa misma “guerra santa” para invadir Irak.
Ahora lo hacen los israelitas, quienes con abuso del poder militar, agreden sin distingos a guerrilleros y civiles.
Los líderes religiosos justifican su apetito de poder escudándose en “orden de Dios” para matar a seres humanos; recuerde a Moisés, que descubre a los judíos adorando a Baal y ordena la muerte a espada de dos mil hombres y mujeres “idólatras”; tampoco pase por alto a los islamitas y sus varias suras del Corán, que declaran “muerte a los infieles”; o a los papas guerreros, que promovieron la guerra contra los “infieles”, ansiosos por ganar para sí el poder mundano.
Curiosamente, la palabra pagano era aplicada en la Antigua Roma, a quienes se quedaban atrás en el combate; la idea fue tomada por los cristianos primitivos para referirse a aquellos que no adoraban a Yahvé, el Dios único y verdadero. Los judíos se escudaron en Elohim y los musulmanes se justificaron afirmando acatar las órdenes de Alá.
Es interesante saber que la palabra “infiel” primero fue aplicada por los islamitas a los “no-creyentes”, luego tomada por los cristianos para definir a aquéllos.
Por otra parte, “ateo” –sin dios– era palabra utilizada por los romanos para referirse a los cristianos primitivos, que negaban la existencia de las diosas y dioses que ellos adoraban. Hoy día, tiene una acepción despectiva, aplicada a quienes no son cristianos en Occidente, vocablo que en el siglo anterior llegó a ser usado como sinónimo de comunista y satanizarlos.
El cuestionamiento por el origen y fin de la existencia del ser hizo a los primitivos buscarse dioses, seres supremos a los que debían reverenciar y granjear para ganarse el cielo; esas aspiraciones de trascender dieron pauta a que chamanes y sacerdotes ejercieran la fuerza del temor para ganar poder; el mismo chantaje utilizado para convencer al terrorista –musulmán, cristiano o judío– y justificar la agresión, sea en Nueva York o Gaza; la fuerza que utilizó Juliano, al ascender al poder, tratando de borrar las enseñanzas y creencias del cristianismo impuestas por su tío Constantino; la salvaje argumentación que da Osama bin Laden, para animar al suicidio a los radicales entrenados y engañados con una visión equivocada del islamismo y atentar contra la vida de otros, aun a costa de la propia, atacando a civiles y centros urbanos repletos de inocentes; similar al belicismo tecnificado de los soldados estadounidenses, quienes con armamento sofisticado, obedeciendo, asesinan a civiles en Afganistán, justificándose afirmando “atacar a terroristas”.
Miembros del Consejo de Seguridad de la O.N.U., ahora se reúnen, como en muchas otras ocasiones, para “analizar, definir y decidir” sobre la guerra de Oriente Medio. Seguramente llegarán al mismo punto de los últimos sesenta años: amonestar, sancionar y dar órdenes a eternos desobedientes; en el último de los casos, pretender justificar su existencia inocua, usando fuego contra fuego, enviando “ejércitos de paz” formados por soldados dedicados a intentar recobrarla con armas de guerra. ¿No le parece una ironía?
La respuesta es simple y al parecer casi imposible de aplicar: buscar la real justicia, esa que deja fuera los intereses particulares y mezquinos. ¿Podremos aspirar a verla algún día? ydarwich@ual.mx