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Pagarle al que se esfuerce

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Pruebas van y pruebas vienen, y las evidencias son cada vez más contundentes: la educación en México es un desastre. Nuestros niños y jóvenes siempre quedan en los últimos lugares de todo cuando se miden a nivel internacional. Y los exámenes nacionales evidencian lo mucho que le ha ayudado a este país el glorioso Sindicato de dizque Trabajadores dizque al servicio de la Educación. Nada más por esos indicadores, su lidereza no debería pararse en público de pura vergüenza.

Y como suele ocurrir, es generalmente en los lugares más pobres y marginados, los que más necesitan de la escuela como plataforma de progresión social, en donde se presentan los peores resultados. Claro que hay sus excepciones: una telesecundaria rural chiapaneca fue la mejor institución de su nivel en la última prueba de ENLACE. Pero ése fue un garbanzo de a libra. En donde hay pobreza, por lo general la educación es más deficiente, la deserción más abundante, la desesperanza más prevalente.

Y ello no ocurre sólo en México en particular o en el Tercer Mundo en general. Los países desarrollados enfrentan los mismos problemas a la hora de educar (o tratar de hacerlo) a los jóvenes de comunidades marginadas. En Estados Unidos, en los barrios negros o hispanos. En Europa Occidental, en las periferias citadinas en las que se suelen asentar los inmigrantes, especialmente africanos y asiáticos.

Esos muchachos, incluso habiendo nacido ya en Europa y teniendo una lengua indoeuropea como materna, batallan horrores para progresar en el sistema educativo. Muchos no terminan la preparatoria, la inmensa mayoría no entra a los muy exigentes planteles de educación superior. Ah, porque allá no cualquiera entra a Universidad, por muy proletario que sea. Allá entra el que prueba que ha sido de los mejores, y que no va a desaprovechar las oportunidades. Y tiene que pagar algo por ese privilegio, aunque sean instituciones del Estado. Lo raro es que quienes hacen eso son países desarrollados; y los que retacamos las universidades con gorrones que a veces difícilmente saben leer, seguimos en el atraso. Curioso, curioso.

En Francia el fenómeno es notable entre quienes terminan en lo que aquí llamamos una escuela técnica porque no alcanzaron a entrar en una Universidad. Y en donde para colmo, con frecuencia los inscriben en cursos que no les interesan simplemente por falta de cupo. No es de extrañar los niveles de deserción que se observan. Pero hay una propuesta de solución: darle dinero a los grupos que presenten buenas tasas de asistencia y retención de alumnos. Aquellos muchachos que demuestren interés en progresar y seguir en la escuela, podrán tener acceso a una buena marmaja, hasta 15,000 euros al año. Que no se irían a su bolsillo, sino para viajes de estudio, equipamiento moderno para la escuela y demás. Pero el dinero no deja de ser atractivo.

Sin embargo, desde la izquierda y derecha han surgido críticas al proyecto. ¿Qué pasó con la suprema igualdad del republicanismo francés? ¿Por qué pagarles a unos por cumplir un deber que otros hacen gratis? ¿Y qué pasará cuando, como tiene que ocurrir, se suspenda el programa?

Buenas preguntas. Pero allá al menos se las hacen.

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