PREOCUPACIONES ECONÓMICAS INNECESARIAS
Vemos en la televisión y leemos en la prensa, que los problemas económicos afectan gravemente a nuestro país. A los pocos días, algunas personas que se han enterado de estos males económicos, empiezan a sentirse inquietos, preocupados y tristes. Y al paso de los días o semanas, un porcentaje de esas personas se sentirán permanentemente amenazadas, aun cuando la situación económica del país no los haya dañado.
“Aparta de ti tus preocupaciones y te verás salvado. ¿Hay alguien que te impida apartarte de ellas?”, escribió el emperador romano Marco Aurelio, en su obra, “Meditaciones”.
El consejo de Marco Aurelio es acertado, pero, ¿cómo dejar de preocuparme ante los peligros de la situación económica?
Es cierto, que una mala situación económica en un país, dañará a un determinado porcentaje de personas de la nación. ¿Pero habrá fundamentos reales para asegurar que nosotros, necesariamente, formaremos parte de ese porcentaje afectado? Si pasado un determinado tiempo de meses o de años, y al final formuláramos una precisa estadística para cerciorarnos qué porcentaje de las personas que se preocuparon, fueron realmente afectadas, nos daríamos cuenta, que el más alto porcentaje que todo lo vieron negro, no sufrieron ningún daño económico.
El problema radica, en que las personas que tienden a ponerse del lado de lo trágico, generalmente no hacen uso del sentido común, es decir, de su capacidad para pensar y obrar adecuadamente, para juzgar de acuerdo a la realidad y no a sus temores o fantasías.
La persona que tiende a lavarse muchas veces las manos, no es por que realmente sus manos han estado en contacto con gérmenes que los puedan enfermar gravemente o matar. Sino que se lavan una y otra vez las manos, en virtud de que se han imaginado ya como enfermos y a punto de morir. Estas personas que se lavan repetidamente sus manos, ni siquiera conocen los posibles gérmenes que pudieran contaminarlos; tampoco son expertos en la peligrosidad de esos virus, hongos, bacterias, que se imaginan que portan sus manos. En lo que sí son expertos, es en forjarse imágenes de enfermedades. Por ello, es comprensible que se laven una y otra vez las manos, aunque sus conductas son injustificadas y absurdas.
Lo mismo le sucede al que empieza a preocuparse, sin base alguna, en su futura condición de desempleado, incapaz de mantener a su familia, y viviendo en la miseria. Esta persona, que al principio estuvo inquieta, y después, ansiosa y posiblemente deprimida, piensa más o menos así: en mi país, la situación económica es crítica; yo puedo perder mi empleo, o bien, mi próspero negocio puede quebrar. Poco después, se forja imágenes en las que se ve ya despedido de su empleo, o bien, se imagina y ve con precisión, cómo su negocio ya quebró y cerró.
Esta persona, parte de premisas falsas, y tiene la tendencia a distorsionar su realidad y a imaginarse desastres producidos no por la realidad, sino por su loca y absurda imaginación.
“Los temores presentes son menos horribles que los que inspira la imaginación”, escribió Shakespeare en su obra, Macbeth.
¡Claro, que cualquier persona puede ser afectada gravemente en su economía! ¿Pero realmente, a todos los que se preocupan de ello, van a ser afectados? ¿Será cierto, que solamente porque siente que va a quebrar su negocio, a ser despedido, o que será incapaz de encontrar un trabajo, va a caer en esa situación? ¿No es un absoluto absurdo porque siento que me va a ir mal, necesariamente va a ser así? ¿No es verdaderamente una locura otorgarle a mi sentimiento el valor de una realidad?
La gran mayoría de nuestras preocupaciones se origina en que partimos de sentimientos y de imaginaciones, y no de realidades. Estas preocupaciones se deben a que nos equivocamos en nuestras deducciones y premisas: si revolvemos las situaciones reales de millones de personas que padecen de hambruna, con nuestra realidad personal de un pasado quizá de luchas, pero al final de cuentas, de un pasado que nos indica que hemos salido adelante, ese revoltijo no es el proceso mental adecuado para terminar con nuestras preocupaciones y miedos.
Critilo nos advierte, que tenemos que partir de una correcta y realista información de nuestro estado actual como empleado, funcionario, profesionista, pequeño comerciante, etc. Necesariamente debemos distinguir entre la realidad y nuestras imaginaciones descabelladas de un futuro catastrófico en nuestra vida económica.
La solución estriba en aplicar nuestro sentido común. En dominar la técnica de distinguir claramente lo real de lo fantasioso. En corregir las falsas concepciones. En contrastar nuestras suposiciones de espanto con los hechos objetivos.