LA FELICIDAD NO SE DA POR GENERACIÓN ESPONTÁNEA
La Resignación como la conformidad ante un evento desafortunado, sí se da en un buen porcentaje de personas; pero cuando los golpes de la vida nos llegan en varias direcciones y afectan diferentes campos de nuestra existencia, es muy difícil que se pueda dar la Resignación.
Cuando las cosas son diferentes a como queríamos, sólo pueden darse dos fenómenos: la tristeza y desdicha, o bien, la Resignación como la entendieron los poetas romanos Virgilio y Horacio. Virgilio escribió en su obra la Eneida: "Los dioses lo quisieron de otra manera"; y Horacio dijo: "La paciencia hace más llevadero aquello que no tiene enmienda".
Solamente, que en muchas ocasiones la Resignación no puede sernos suficiente, pues por lo general el camino que lleva a resignarnos está empedrado de muchos obstáculos: antes que nuestra alma acepte lo que ya no puede ser de otra manera, empiezan a aparecer los obstáculos de la culpa y el remordimiento, si fuera el caso; surgen los sentimientos de frustración, desaliento, tristeza por el bien perdido, desamparo, y una general insatisfacción que envuelve apretadamente nuestro corazón, desapareciendo en nuestras vidas la primavera y el verano, y existiendo sólo en nuestras emociones la gélida y mortecina estación del invierno.
Cuando el reverdecer de la primavera y las espigas doradas del trigo del verano no aparecen a nuestra vista, se empieza a engendrar un descontento total que nos exige emprender acciones que puedan conducirnos a la felicidad. Esta expectativa es enormemente provechosa, pues en la otra orilla del río sólo está el total abandono de nuestra existencia.
Empezamos por lo general a buscar las causas de nuestro descontento y desdicha: ¿será nuestro trabajo, matrimonio, nuestra infancia desdichada, nuestros sueños hechos pedazos? Pareciera, que quisiéramos a toda costa encontrar culpables a fin de liberarnos de la baja o alta cuota de responsabilidad por nuestra desdicha.
Desafortunadamente, en un estado emocional así, es muy difícil que podamos darnos cuenta que el origen de nuestro desamparo y permanente infelicidad, se encuentra en otras partes. Y más odiosa nos parece nuestra situación desdichada cuando vemos a nuestro alrededor a un alto porcentaje de niños, mujeres y hombres de todas las edades y condiciones sociales, que en realidad disfrutan en alto grado de sus vidas. Ver a otros felices y a nosotros mirarnos desdichados, crea nuevos sentimientos, como la envidia y la desesperación.
Es cierto, y así lo ha demostrado recientemente la neurología, que hay personas genéticamente predispuestas a ser más felices que otras, capaces de resistir mejor los vendavales de la vida, mientras que otras personas sucumben con mayor facilidad a las circunstancias adversas. Pero también, la psicología analítica y la psicología cognitivo-conductual ha comprobado, que a pesar de las predisposiciones genéticas para la desdicha, cada persona puede en muy alto grado sobreponerse a su tendencia biológica.
Personas con una infancia desdichada, con golpes traicioneros y cobardes de la Fortuna, han logrado ir armando todo un rompecabezas de sus emociones, logrando vidas no solamente muy estables, sino altamente felices. Estas personas, con disposiciones genéticas a la desdicha, han conquistado forjarse un "arte de vivir", han conseguido liberarse de realidades trágicas de su infancia, se han podido sobreponer a eventos frustrantes de su adolescencia, juventud y edad adulta, y así, lograr una vida altamente feliz y colmada de satisfacciones.
En cambio, nos dice Critilo, quienes continúan empantanados en su impotencia, tristeza y desamparo, en gran parte es así, porque creen ciegamente y de manera infundada, que la felicidad se puede producir "espontáneamente", y no, como una tarea en la que forzosamente "deben de hacer y pensar" algunas cosas, de manera muy diferente a lo que "piensan y hacen" ahora.
La felicidad y el goce pleno de la vida no se nos da como un fenómeno de "generación espontanea", sino que es el resultado de una lucha constante por erradicar pensamientos irracionales. Pero también, y muy fundamentalmente, de extinguir poco a poco, conductas que nos son muy dañinas y contrarias a nuestra felicidad.
Pensamientos como "así nací", "así soy yo", "mi desdichada infancia selló mi vida", "no puedo cambiar", son veneno puro para el cambio de nuestros pensamientos y conductas. Creencias encaminadas a que "yo no puedo", "mi futuro es negro", nos conducen al derrotismo y a la impotencia.
Conductas de pereza, negligencia, descuido en el trato con los demás, agresiones contra nuestros hijos y cónyuges, descuidos en nuestra salud física; adicciones a la comida, el cigarro y el alcohol, todas estas conductas pavimentan nuestro camino a la infelicidad.
¡Claro que podemos responsabilizarnos por la conquista de nuestra felicidad, nos dice Critilo! Sí podemos, siempre y cuando creamos y "hagamos mucho" por nuestra felicidad.