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Palabras de Poder

Jacinto Faya Viesca

LA FELICIDAD NO SE DA POR GENERACIÓN ESPONTÁNEA

La Resignación como la conformidad ante un evento desafortunado, sí se da en un buen porcentaje de personas; pero cuando los golpes de la vida nos llegan en varias direcciones y afectan diferentes campos de nuestra existencia, es muy difícil que se pueda dar la Resignación.

Cuando las cosas son diferentes a como queríamos, sólo pueden darse dos fenómenos: la tristeza y desdicha, o bien, la Resignación como la entendieron los poetas romanos Virgilio y Horacio. Virgilio escribió en su obra la Eneida: "Los dioses lo quisieron de otra manera"; y Horacio dijo: "La paciencia hace más llevadero aquello que no tiene enmienda".

Solamente, que en muchas ocasiones la Resignación no puede sernos suficiente, pues por lo general el camino que lleva a resignarnos está empedrado de muchos obstáculos: antes que nuestra alma acepte lo que ya no puede ser de otra manera, empiezan a aparecer los obstáculos de la culpa y el remordimiento, si fuera el caso; surgen los sentimientos de frustración, desaliento, tristeza por el bien perdido, desamparo, y una general insatisfacción que envuelve apretadamente nuestro corazón, desapareciendo en nuestras vidas la primavera y el verano, y existiendo sólo en nuestras emociones la gélida y mortecina estación del invierno.

Cuando el reverdecer de la primavera y las espigas doradas del trigo del verano no aparecen a nuestra vista, se empieza a engendrar un descontento total que nos exige emprender acciones que puedan conducirnos a la felicidad. Esta expectativa es enormemente provechosa, pues en la otra orilla del río sólo está el total abandono de nuestra existencia.

Empezamos por lo general a buscar las causas de nuestro descontento y desdicha: ¿será nuestro trabajo, matrimonio, nuestra infancia desdichada, nuestros sueños hechos pedazos? Pareciera, que quisiéramos a toda costa encontrar culpables a fin de liberarnos de la baja o alta cuota de responsabilidad por nuestra desdicha.

Desafortunadamente, en un estado emocional así, es muy difícil que podamos darnos cuenta que el origen de nuestro desamparo y permanente infelicidad, se encuentra en otras partes. Y más odiosa nos parece nuestra situación desdichada cuando vemos a nuestro alrededor a un alto porcentaje de niños, mujeres y hombres de todas las edades y condiciones sociales, que en realidad disfrutan en alto grado de sus vidas. Ver a otros felices y a nosotros mirarnos desdichados, crea nuevos sentimientos, como la envidia y la desesperación.

Es cierto, y así lo ha demostrado recientemente la neurología, que hay personas genéticamente predispuestas a ser más felices que otras, capaces de resistir mejor los vendavales de la vida, mientras que otras personas sucumben con mayor facilidad a las circunstancias adversas. Pero también, la psicología analítica y la psicología cognitivo-conductual ha comprobado, que a pesar de las predisposiciones genéticas para la desdicha, cada persona puede en muy alto grado sobreponerse a su tendencia biológica.

Personas con una infancia desdichada, con golpes traicioneros y cobardes de la Fortuna, han logrado ir armando todo un rompecabezas de sus emociones, logrando vidas no solamente muy estables, sino altamente felices. Estas personas, con disposiciones genéticas a la desdicha, han conquistado forjarse un "arte de vivir", han conseguido liberarse de realidades trágicas de su infancia, se han podido sobreponer a eventos frustrantes de su adolescencia, juventud y edad adulta, y así, lograr una vida altamente feliz y colmada de satisfacciones.

En cambio, nos dice Critilo, quienes continúan empantanados en su impotencia, tristeza y desamparo, en gran parte es así, porque creen ciegamente y de manera infundada, que la felicidad se puede producir "espontáneamente", y no, como una tarea en la que forzosamente "deben de hacer y pensar" algunas cosas, de manera muy diferente a lo que "piensan y hacen" ahora.

La felicidad y el goce pleno de la vida no se nos da como un fenómeno de "generación espontanea", sino que es el resultado de una lucha constante por erradicar pensamientos irracionales. Pero también, y muy fundamentalmente, de extinguir poco a poco, conductas que nos son muy dañinas y contrarias a nuestra felicidad.

Pensamientos como "así nací", "así soy yo", "mi desdichada infancia selló mi vida", "no puedo cambiar", son veneno puro para el cambio de nuestros pensamientos y conductas. Creencias encaminadas a que "yo no puedo", "mi futuro es negro", nos conducen al derrotismo y a la impotencia.

Conductas de pereza, negligencia, descuido en el trato con los demás, agresiones contra nuestros hijos y cónyuges, descuidos en nuestra salud física; adicciones a la comida, el cigarro y el alcohol, todas estas conductas pavimentan nuestro camino a la infelicidad.

¡Claro que podemos responsabilizarnos por la conquista de nuestra felicidad, nos dice Critilo! Sí podemos, siempre y cuando creamos y "hagamos mucho" por nuestra felicidad.

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