¡No se trata de avasallar a otros, como tampoco de lastimar o dañar a alguien sin una razón de peso. Pero sí, construir nuestra firmeza de carácter para imponer nuestras pretensiones razonables!
Un buen porcentaje de una determinada población, encuentra serias dificultades para vivir de acuerdo a sus deseos y ejercer una libertad responsable. Cuando una persona padece de un trastorno emocional, se inhibe emotivamente, y en consecuencia, se convierte en un títere de muchas personas que la rodean. Sus padres, le pueden imponer fácilmente los estudios que debe cursar. Si en un restaurante le sirven un plato que no pidió, no es capaz de solicitar que le sirvan el que ordenó.
En su trabajo, si es jefe, fácilmente otros le pueden imponer a los subalternos que necesite, sin que él pueda elegirlos.
En una sociedad, le asusta exigirle al socio que cumpla con lo convenido. Si es criticado o atacado injustamente, no se atreve a reclamar, y se autojustifica diciéndose, que es mejor dejarlo así, que al fin de cuentas, él no es conflictivo.
A toda persona que padezca de algún trastorno emocional, su inhibición es una constante, pues carece de la seguridad y de la fuerza emocional para exigir lo justo, para trabajar por sus proyectos más deseados. Y renuncia a sus gustos y preferencias en todo tipo de aspectos, subordinándose a otros. Está vacío de energía y el atrevimiento no lo concibe.
Este tipo de trastorno emocional, algunas corrientes psicológicas la han denominado “neurosis”. Lo importante no es el término, sino darse cuenta, quien lo padece, que su vida transcurre en un permanente sufrimiento. El perturbado emocionalmente, sufre mucho más que la persona emocionalmente sana. El sano, sufre por problemas y pérdidas reales, mientras que el perturbado sufre mayormente por todos los males que se imagina y por sus inhibiciones que no le permiten desarrollar sus capacidades y sus anhelos. El que padece de un trastorno emocional, paradójicamente, no sufre por los problemas y pérdidas reales, pues no los ve como tales, y en cambio sí sufre, por pérdidas y problemas irreales.
Por esta razón, Freud les decía a sus pacientes, que una de las finalidades del tratamiento que les daba, consistía en capacitarlos para el trabajo y para el amor. Y también, para que dejaran de sufrir por tantos conflictos innecesarios y problemas y pérdidas inexistentes. Y que en cambio, el tratamiento psicoanalítico los capacitaría para sufrir en su adecuada dimensión, por problemas y pérdidas verdaderas y reales.
Todo hombre y mujer con este tipo de trastorno, es muy susceptible a ser acosado eróticamente sin su consentimiento. Ante estos embates, hombres y mujeres, con frecuencia se rinden ante sus acosadores, pero no por haber sido seducidos, sino que son vencidos por cansancio, con la esperanza de que una vez entregados, sus acosadores los dejarán libres. Y es que la persona que padece de un trastorno emocional que la inhibe, no sabe decir “¡No!” por ello, es presa fácil de todo tipo de abusos.
Las personas inhibidas le temen a tomar cualquier decisión, pues ello implica salir adelante con lo que pretende, y eso los asusta, pues el éxito implica afrontar responsabilidades. Incluso, cuando se ha formado alguna opinión sobre un asunto, no se atreve a expresarla, pues teme a las críticas y a las personas que puedan confrontarlas. Como podemos darnos cuenta, estas personas han restringido severamente el campo de sus vidas. Cada vez más, se achican y se arrinconan, y así, su inhibición paulatinamente las va hundiendo en un mayor sufrimiento emocional.
¿Cómo salir de estas arenas movedizas? Cuando el conflicto es grave, lo indicado es acudir con un profesional de la salud mental. Pero en muchas ocasiones, las personas con este padecimiento mucho pueden hacer en su beneficio. Primero que todo, deben darse cuenta que sufren de más y de manera innecesaria, y que en este sentido, su padecimiento es algo anormal.
Segundo, saber, que no nacieron “así”, sino que su dolencia se originó en los primeros años de su infancia debido a una deficiente educación proporcionada por sus padres.
Pero a pesar de lo anterior, Critilo ha observado que muchísimo pueden hacer para su curación.
Todo estriba en que lleguen a desear intensamente un cambio. Y que de inmediato empiecen a cambiar sus conductas. Que aprovechen todas las ocasiones que se les presentan para comenzar a defender sus derechos, a imponer sus gustos y preferencias. A no dejarse de nadie, empezar a autoafirmarse, enseñarse a decir “No”, y a decir “Sí” a sus planes y decisiones de todo tipo.
Si nuestra educación infantil fue deficiente, los cambios de conducta, las conductas nuevas, simplemente, producen milagros en nuestras vidas.