Cualidades del hombre ancestral
Los seres humanos somos una especie inmensamente privilegiada. Somos una de las 193 especies de monos y primates que actualmente vivimos en nuestro planeta. En un museo de Nueva York, vi el esqueleto de Lucy, antepasada nuestra, una mujer perteneciente a una especie de monos, y que vivió hace tres millones de años.
Nosotros, una especie de primates, llamados Homo Sapiens, hemos librado una incesante lucha por sobrevivir desde hace cuatrocientos mil años. En el museo de Nueva York, contemplando a Lucy, voló mi imaginación sobre la forma de vida de nuestros hermanos de hace cuatrocientos, o si queremos acercarnos, de hace cien mil años.
Sabemos, que sus vidas hace cien, cincuenta, o diez mil años, eran muy cortas, y que vivían al filo de la navaja, luchando contra las fuerzas implacables de la naturaleza, contra las enfermedades, la escasez, y las fieras salvajes.
Nuestros congéneres, eran cazadores, pero eran también presa de cazadores más fuertes y hábiles: las grandes fieras salvajes.
Las personas, exactamente iguales a nosotros de hace 30,000 años o muchas decenas de miles más, se unían para procrear, formaban sus familias, amaban, odiaban, sentían todas las pasiones que hoy nosotros sentimos.
Algunas emociones las sentían de manera más aguda: la certeza de que en cualquier momento su pareja, hijos, o ellos mismos, podrían morir. La medicina como ciencia no existía, y una simple herida los podía llevar a la muerte.
Aún así, tengo la absoluta certeza, que estos seres humanos, gozaban de una cualidad emocional y espiritual mucho más alta de la que hoy gozamos: un profundo amor a la vida que se manifestaba en un poderosísimo instinto de sobrevivencia, y gozaban de una virtud social en altísimo grado, que hoy nosotros desconocemos: el amor, la necesidad de cooperar unos con los otros, pues si no hubiera sido así, ni yo hubiera escrito esta columna ni ustedes la estuvieran leyendo: la especie del Homo Sapiens se habría extinguido a los pocos años de su aparición ¡Suprema, esta virtud de la cooperación, que hoy tanta falta nos hace!
Esos seres humanos de hace 400, 300, 100 o 20 mil años, en sus genes estaba contenido todo un instinto inmensamente poderoso de amor a la vida, de amor a sus congéneres, y un portentoso deseo de seguir viviendo, aun a costa de todo tipo de adversidades.
Esto significa, que esos hermanos nuestros, el mayor tiempo de su vida gozaban de profundas satisfacciones físicas, morales, y estéticas.
En la Cueva de Altamira en España (cueva que visité) está pintada una serie de animales, pinturas de hace más de treinta mil años, con un gran esplendor estético.
CRITILO nos dice, que ese inmenso amor a la vida, esa prodigiosa capacidad de lucha, ese poderosísimo instinto de conservación, ese extraordinario poder vitalista, nosotros, sí, nosotros, lo tenemos por completo en nuestro código genético.
Estas reflexiones nos deben mover a desear una vida superior, en el entendido, que esa vida superior sólo podremos lograrla si llegamos a amar profundamente cualidades como la lucha permanente ante todos los obstáculos; el decirle sí a la vida de manera incondicional, el destruir nuestros anhelos enfermizos de una vida cómoda y fácil; el hacer de la cooperación, de la ayuda a los demás, la virtud social más importante de nuestras vidas; "celebra tu existencia", nos dijo el poeta ingles WILLIAM BLAKE; nosotros diríamos: ¡Celebremos nuestra existencia con todas sus altas y sus bajas!