RESPONSABILIDAD Y DESDICHA
¿Realmente, somos los responsables de nuestra propia felicidad?
La anterior pregunta no es posible responderla de una manera radical, y ello por varias razones: para un porcentaje de cualquier población, como por ejemplo, personas que perdieron la vista desde los primeros meses o años de vida, individuos que nacieron y se desarrollaron en la extrema miseria, es obvio, que no son responsables de su desdicha.
En los países del Subsahara, cuyas poblaciones viven en la miseria y hambruna, en países de África en permanentes guerras civiles, poblaciones diezmadas por la malaria, el Sida y la tuberculosis, por supuesto que es muy difícil que las personas puedan alcanzar felicidad. Seres humanos con enfermedades terminales, tampoco pueden ser lo felices que quisieran.
Los defensores a ultranza de la conquista de la felicidad personal, han perdido el piso del duro realismo: siempre habrá un porcentaje de personas de cada población del mundo, que no puedan ni siquiera plantearse la idea de la felicidad. Para este porcentaje, lo indispensable es cómo alimentarse para sobrevivir, de qué manera obtener medicinas para sus graves enfermedades, cómo escapar de las masacres de la guerra civil por la que pasan, etc.
En nuestro planeta, la Tierra, viven seis mil setecientos millones de seres humanos. Pero la manera de vivir en una zona residencial de Costa Rica, es absolutamente distinta a la forma de vivir de los pobladores de las ciudades perdidas de México, Río de Janeiro, Nairobi, etc. Y aun a nivel global, la felicidad general de la población de Dinamarca es totalmente diferente a países como Haití. Pero cuando una persona ha escapado de la pobreza y se encuentra en un nivel más o menos cómodo de vida económica, mucho puede hacer para alcanzar niveles más altos de felicidad. Por ejemplo, según encuestas muy serias, la población en general de Puerto Rico, es mucho más feliz que la población en general, de Francia o de Inglaterra. Y entre Puerto Rico o alguno de estos dos últimos países, se da una gran diferencia en el ingreso económico personal. La población de Colombia ocupa el puesto número tres en nivel general de felicidad, de todos los países del mundo, nivel mucho más alto que Suiza, Japón o Alemania, tres de los países ricos del orbe.
Es un hecho, que la miseria extrema y la pobreza son factores que impiden en alto grado la felicidad. Pero es un hecho también, que una vez alcanzado el nivel de una vida con ciertas comodidades, la riqueza para nada influye en el nivel de felicidad de las personas.
Para este último gran porcentaje de la población, que viven con cierto nivel económico, alcanzar mayores grados de felicidad sí es, en gran parte, una responsabilidad personal. ¿Y cuál es el factor importante para alcanzar mayores alturas de felicidad? Para los psiquiatras Newman Y Berkowitz, el factor clave consiste en una actitud fundamental: actitud que expresamente la describen de esta manera estos dos psiquiatras:
"Asumir la responsabilidad de nuestra propia vida, significa efectuar un profundo cambio en la manera de enfrentarlo todo. Hacemos lo imposible con el fin de eludir este cambio, esta responsabilidad. Preferimos culpar a alguien o a algo como causa de nuestra desdicha, antes que hacer algo para remediar la situación".
Cuando empezamos a culpar a otras personas o determinadas situaciones por nuestra desdicha, es que en realidad no nos hemos dado cuenta que está en nosotros eliminar toda o en gran parte, nuestra infelicidad. O bien, si nos hemos dado cuenta de ello, la realidad, es que no queremos afrontar la responsabilidad de efectuar una serie de cambios en nuestra forma de pensar y de actuar, a fin de ser más felices. Critilo nos dice, que no es fácil cambiar de pensamientos y de conductas destructoras. Si fuera fácil, todos eliminaríamos las ideas irracionales y las conductas descabelladas. Cambiar, es algo difícil; a veces, muy difícil, pero casi siempre es absolutamente posible.
Al no querer enfrentarnos a los problemas, el especular sobre nuestros futuros desastres sin fundamento alguno, el culpar a los demás de nuestros errores, el querer que todo nos sea fácil, el espantarnos ante el mínimo problema, todo esto, son formas distorsionadas de pensamiento y conductas insensatas y destructivas.
Si asumimos la cuota de responsabilidad que nos corresponde, ¡claro, que podemos alcanzar mayores niveles de felicidad! Todo es cuestión de querer, decidirnos, y de actuar.