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Palabras de Poder

JACINTO FAYA VIESCA

ANATOMÍA DEL CODICIOSO

La codicia constituye una de las pasiones más bajas y uno de los obstáculos más poderosos para nuestra felicidad. Cuando nuestro corazón está envenenado por la codicia, todo lo mucho nos parece poco. Los psicólogos, han escrito escasamente sobre este tema. En cambio, los grandes novelistas han hecho descripciones asombrosas sobre este trastorno emocional.

La codicia nos hace estimar en poco lo que en realidad para las personas normales, sería suficiente o mucho. El codicioso carece de la capacidad para estimar si alguna cantidad de dinero o bienes es poco o es mucho. Y es que estimar algo en su justa medida, solamente puede hacerlo aquellos individuos que gocen de un adecuado equilibrio emocional.

El codicioso nunca se siente capaz y seguro. Por lo general, vive siempre con el temor a llegar a ser pobre, aunque esconde muy bien su vicio. Comúnmente, todo codicioso padece de intensos sentimientos de inseguridad, lo que lo impulsa a obtener todo el dinero o bienes que le sean posibles. Y un porcentaje de estos codiciosos, se decide a obtener riquezas a través del robo, fraude, y ventajas de todo tipo.

Todo codicioso, además del pavor a la pobreza, jamás cree que el futuro le pueda deparar buenas condiciones que le permitan obtener lo necesario. Por ello, estos enfermos desconfían profundamente de ellos mismos, de los demás, y del futuro. Un rasgo muy característico del que padece de este trastorno, es la envidia. Esta pasión enfermiza y pasiva, es hermana de la codicia. En el plano social y económico, el capitalismo salvaje, el capitalismo darwiniano en el que sobrevive el más ventajista y desalmado; los resortes de este capitalismo residen en la codicia y en la envidia.

Las máximas ganancias, las ventajas por más injustas e inhumanas que sean, son lo que permite la expansión destructiva del capitalismo. Por esto, el codicioso es un admirador del capitalismo salvaje. Para él, lo esencial consiste en la acumulación de riquezas, casi sobre todo lo demás. Este tipo de personas jamás pretende el bienestar general de la población, sino que solamente se centran en su propio bienestar. Y esta es la razón de lo que siempre afirman: "Lo primero es el crecimiento económico, y después, la distribución de la riqueza". Sólo que luchan por lo primero, y lo segundo, nada les interesa.

El codicioso sufre de una fractura de su espíritu, y en consecuencia, padece de una parálisis de sus emociones saludables. Están engarrotadas sus emociones por el encanto, la generosidad y el desprendimiento. Y su fisiología emocional lo priva por completo de uno de los sentimientos más grandiosos de todo espíritu sano: "la capacidad de asombro". El codicioso jamás se asombra de lo bello, del proceso de la vida, del milagro de la naturaleza. Y es que sólo puede asombrarse aquella persona que no ha comprimido sus aspiraciones en un solo objetivo: la acumulación de riquezas.

Si pudiéramos diseccionar la pasión enfermiza del codicioso, como buenos anatomistas del alma, encontraríamos a un ser humano asustado, temeroso de llegar a la pobreza, tacaño, y muchas veces, miserable. La anatomía de la codicia, nos revela a una persona espiritualmente muy débil, y al contrario de lo que pudiera parecernos, nada exigente con la vida. Comúnmente se piensa, que todo codicioso exige mucho de la existencia, pero no es así, sino que es, al revés: a la vida no le exige prácticamente nada, a excepción de su deseo de riqueza.

Una persona sana espiritualmente, tiende a obtener el mayor provecho de la vida: desea explotar sus capacidades naturales, quiere disfrutar de los placeres de la comida, de los placeres sensoriales y sensuales. Le gusta el arte, la amistad y el juego. La persona sana aspira a la comodidad y a la belleza. El codicioso no. Por esto, todos conocemos a muchos codiciosos que no les importa la buena comida, los amigos, los placeres, la música, y por esto, pueden vivir ajenos a todo ello. El codicioso carece de todo gusto por ver, y por esta razón, no se preocupa de disfrutar de las bellezas de la naturaleza. Es un conformista y carece de toda ambición saludable.

Critilo ha observado, que severos codiciosos se han curado radicalmente. Algunos de nosotros hemos conocido a personas, que de pronto, abandonaron su codicia y se volcaron a una vida de filantropía y de ayuda a los demás. Pero esto, sólo ha sucedido, cuando el enfermo de codicia ha sufrido intensamente y durante mucho tiempo.

Si alguna persona que padece de esta enfermedad del alma quisiera curarse, el tratamiento con un psicoterapeuta será la más eficaz solución. ¡Va en juego su propia felicidad!

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