El poeta VIRGILIO en su inmortal obra La Eneida, alude a la resignación con una bellísima expresión: "Los dioses lo quisieron de otra manera". De hecho, nada más sano para nuestra salud emocional que aceptar lo irremediable.
Pero lo importante consiste en saber qué es lo que sí podemos cambiar, y en ese sentido, no cabe la resignación, sino una lucha valiente para cambiar ciertas cosas. Confundimos la resignación con la adaptación cómoda a ciertas situaciones a las que no nos queremos enfrentar.
Por ejemplo, la epidemia de divorcios en nuestra época actual, el alcoholismo desbordado, el desmoronamiento emocional de jóvenes ante los primeros obstáculos para encontrar trabajo, nuestra irracional depredación del medio ambiente, etc. Éstas, y otras muchas más situaciones desfavorables sí las podemos cambiar.
Lo que sucede, es que en nuestros actuales tiempos ha surgido el "hombre ligero", al que le podríamos atribuir las siguientes deficiencias (también se aplica a las "mujeres ligeras", producto de nuestro tiempo).
El hombre ligero no quiere pensar; prefiere que la Internet o la televisión lo llene de datos inconexos que no lo obliguen a pensar. Carece también de una de las cualidades más formidables del ser humano: de juicio crítico; la ausencia de juicio crítico no le permite razonar, evaluar y juzgar.
Estamos ante el hombre que le tiene terror al compromiso, a asumir una posición determinada en política, economía, moral, y a no asumirla, se desvincula de la sociedad, se aparta y rompe sus lazos solidarios porque todo le parece igual, y lo mismo da una cosa que otra.
El hombre ligero es curioso y novedoso. Su curiosidad no es la del investigador ni la del apasionado de las ciencias o del arte; es una curiosidad "ligera", es más bien, una distracción contra su aburrimiento. Pasa de un tema a otro, pasa de una relación sentimental a otra; lo importante, es dilatar, distraerse, y jamás enfocarse en un tema, ciencia, oficio o arte, pues el enfoque y concentración requiere de disciplina y esfuerzo, y el hombre ligero odia y repulsa todo lo que implique un trabajo serio. Vemos cómo el hombre ligero es amante de leer (ligeramente) una gran cantidad de revistas o pasar de un tema a otro en la Internet, así como cambiar incesantemente un canal de televisión y luego otro, y otro más. Sus conversaciones son ligeras y cuando aparece un tema comprometido expuesto por alguien, no falta quien le diga: "No te azotes".
El hombre y la mujer ligeros son amantes de la "moda", aún cuando no puedan adquirir los productos de moda de los que hablan.
Platican sobre estos productos, con la misma firmeza con la que hablan los hombres y mujeres ligeros que sí tienen para comprar esos artículos. Lo importante para el hombre y mujer ligeros, es estar "a tono" con la moda.
No los subyuga el arte, la ciencia, o un trabajo comprometido, ni tampoco tensar al máximo el arco de su espíritu, pues esto los cansa y desconcierta.
CRITILO nos advierte, que este hombre y mujer ligeros padecen de una nueva enfermedad social que está devastando lo más firme de nuestras tradiciones y bases de la civilización Occidental: una moral ligera, neutral, incomprometida, relativa y fragmentaria.
El remedio a estos males empezará cuando nos demos cuenta, que nuestras sociedades deberán esforzarse al máximo para erradicar esta ligereza que evapora nuestros valores más preciados.