El inmenso triunfo del Homo Sapiens
Nos dice Aristóteles en su obra, Ética a Nicómaco, que el supremo deseo de todo ser humano es alcanzar la felicidad, y que de hecho, todo lo que hacemos, es en vista a lograrla. Lo creamos o no, esta poderosa tendencia a la felicidad es cierta. Aun cuando hacemos cosas que nos dañan o nos hacen sufrir, las hacemos, esperando una posterior cuota de felicidad.
Supongo, que la mayoría de nosotros no sabemos, o no somos conscientes, de ciertos personajes que han contribuido enormemente a nuestro bienestar: Aristóteles, que nos dio la Lógica que ha dominado la estructura de nuestro pensamiento en todo Occidente. Un Pasteur, a quien le debemos vacunas contra graves enfermedades; Fleming, quien descubrió la penicilina y ha evitado la muerte de millones de personas; los doctores Salk y Sabin, quienes con su vacuna contra la polio, han impedido que millones de personas padezcan de invalidez para caminar.
No podemos en esta columna nombrar, ni siquiera mínimamente, a grandes contribuyentes de nuestro particular bienestar físico y emocional.
Pero hay un científico al que hoy me quiero referir: al joven londinense de veintidós años, que en los últimos días de diciembre de 1831 se embarcó en el navío llamado el "Beagle", que partió de Inglaterra en una misión de estudio alrededor del mundo, con el fin de que varios científicos ingleses pudieran estudiar a una gran diversidad de animales y plantas desconocidas. Este joven londinense fue Charles Darwin.
Darwin creía que Dios había creado cada especie de animales, los que permanecían sin cambio alguno. El genio de Darwin despertó cuando desembarcó en las Islas "Galápagos". Después de su largo viaje, siguió estudiando por años, a las especies de animales y de plantas que recogió en las islas "Galápagos". Veinte años después de su viaje, Darwin dio al mundo un libro en el que expuso su "Teoría de las Especies". Este genio inglés contradijo a la Biblia, afirmando que las especies de animales no habían sido creadas de una manera inmutable, sino que estas especies se transforman poco a poco, dando lugar a nuevas especies más avanzadas.
Esta transformación sucedía gracias a un proceso de "selección natural", extinguiéndose las especies menos aptas para vivir, y permaneciendo y transformándose las especies más aptas. La Iglesia Católica, desde el mismo centro del Vaticano, ha reconocido la teoría de Darwin como verdadera, y que en nada contradice a la creencia en Dios.
Siempre me ha interesado enormemente la teoría de Darwin y los hallazgos científicos de la evolución del hombre. Hoy en día, vivimos en la Tierra 193 especies de simios y monos, siendo el ser humano una de esas 193 especies, y por cierto, la única especie de mono desnudo (sin pelo, a diferencia de las restantes 192) como lo explica el gran científico Desmond Morris, en su obra, "El mono desnudo", de la que se han vendido más de diez millones de ejemplares.
Darwin cambió radicalmente la visión que se tenía del hombre, y hoy sabemos, que somos el resultado de una larga evolución que arrancó de un ancestro común, hace seis millones de años. Cientos de especies de simios y monos se han extinguido en la larga evolución, pero por suerte, la especie nuestra, orgullosamente ocupa el sitial más avanzado: nuestra especie de Homo Sapiens.
Pues bien, el jueves seis de abril de este año de 2009, en un avión de línea despegamos mi esposa y yo, del aeropuerto de Guayaquil, Ecuador, internándonos mil kilómetros de la costa de Guayaquil, mar adentro del océano Pacífico, aterrizando en las Islas "Galápagos", un sueño profundamente acariciado por nosotros, habiendo permanecido en ese archipiélago, durante cuatro días.
Las islas Galápagos, nos muestran de manera viviente, las extraordinarias cantidades de especies de animales que se han "adaptado a las duras exigencias del medio ambiente".
Critilo, en relación a todo lo anterior, desea dejar sólo esta reflexión: la casi total falta de conciencia de que cada uno de nosotros, amables lectores, somos el resultado de una evolución victoriosa que arrancó hace seis millones de años de un ancestro común. Especie triunfante que se pudo haber extinguido, pues en un momento determinado de la historia, hace aproximadamente cincuenta mil años, sólo existían "vivos" unos veinte mil seres humanos en un mismo lugar, seres idénticos a nosotros.
Cuando Critilo piensa, en cómo frecuentemente nos dejamos derrotar y abatir por problemas y adversidades, es porque no nos hemos dado cuenta que somos muchísimo más fuertes de lo que pensamos, y que si adoptáramos una actitud valerosa, nos sobrepondríamos a nuestras más grandes adversidades. Y es que nuestra capacidad de adaptación a todos los males y carencias, es impresionante.
¿Qué no nos basta, el ejemplo de nuestra especie de Homo Sapiens, que no dejó nunca de triunfar en el hilo de la vida, jamás roto, de una evolución que arrancó hace seis millones de años?