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Palabras de Poder

JACINTO FAYA VIESCA

DISTORSIÓN DE LAS CUALIDADES Y DEFECTOS

Cuando queremos investigar cuáles son nuestras cualidades, nos cuesta mucho el poder precisarlas; y de hecho, nos negamos a reconocerlas, o al menos, apreciarlas en su justo valor. En cambio, con una facilidad asombrosa nos inventamos defectos que no tenemos, o al menos, los agrandamos desmesuradamente.

Esta actitud se da con mucha frecuencia, pero en algunos casos, llega a constituir una grave desventaja en cierto porcentaje de la población. La deficiente educación emocional en nuestra infancia, nos causó que padeciéramos de una persistente inseguridad en la juventud y en la edad adulta. Pero por fortuna, este problema es totalmente remediable, siempre y cuando nos comprometamos a llevar su solución al terreno de la práctica diaria, de nuestra diaria conducta.

¡Fijémonos bien!: basta con el hecho, de que algún problema se nos empiece a salir de las manos, para que nuestra preocupación se incremente en la suficiente intensidad para que no podamos ver con claridad el problema, ni las opciones de solución. Comúnmente, un problema nos empieza a preocupar cuando creemos que no contamos con las habilidades necesarias o recursos suficientes de variados tipos, para su solución, o bien, cuando agrandamos el problema.

Si somos capaces de enfrentar los hechos "reales", y no los "imaginarios", habremos dado un gran paso: estaremos luchando contra un problema evaluado en su real dimensión. En cambio, si no percibimos el problema en su exacta magnitud, nuestro miedo causará que agrandemos el problema fuera de toda realidad.

Ante un problema fuera de la realidad y desmesurado, nadie podría manejarlo con eficacia, pues la lucha es eficaz cuando se pelea con problemas reales, y no cuando se pretende luchar contra fantasmas.

Y lo que viene a complicar los casos en alto grado, es cuando pretendemos enfrentar problemas bien identificados, pero creyendo que carecemos de las cualidades necesarias para salir adelante: cualidades relacionadas con nuestro carácter, inteligencia, habilidad para tratar con los demás, ayuda externa, etc. Y es que, al querer precisar nuestras cualidades, pareciera que se nos nubla la memoria y no encontramos ninguna buena cualidad, y si la identificamos, aun cuando se trate de cualidades muy valiosas, las vemos diminutas. Identificamos nuestras cualidades como si fueran globos con gas a los que les soltamos el hilo, y los globos ascienden al espacio y después, lo único que vemos son globitos muy diminutos. Y cuando se trata de pequeños defectos, no los vemos así, sino que actuamos como si los pusiéramos en la lente de un microscopio que los agiganta ante nuestros ojos.

Todos estos mecanismos que agrandan enormemente nuestros defectos y que achican extremadamente nuestras cualidades, es algo que se da con mucha frecuencia. Con estas distorsiones, es lógico que nos abrume una gran cantidad de problemas, que para otras personas, constituirían meras insignificancias.

Lo primero que debemos hacer, es reconocer nuestros defectos y debilidades, pues si no lo hacemos, al tratar de ocultarlos, no nos daríamos la oportunidad para reconocer nuestras cualidades y ventajas. ¡No hay problema!: todos los seres humanos que habitamos en este momento nuestro planeta, tenemos debilidades y deficiencias. Por más inteligente, poderosa y culta que sea una persona, no se salvará de padecer de defectos y debilidades. Y no se escapará, por la simple razón de que es un ser humano. Si una sola persona del planeta careciera de defectos, sería una aberrante monstruosidad, un ser mitad humano y mitad demonio, pero no una persona.

Esta forma de distorsionar las cosas, nos conduce a situaciones que pueden llegar a ser muy graves. El puro hecho de no reconocer lo bueno que tenemos y de exagerar nuestras debilidades, nos provocan estados de ánimo que disminuyen nuestra valentía, nos deprimen, acobardan, y podemos abandonarnos, creyendo en la fantasía de que nuestros problemas se resolverán solos. ¡Ai' Dios dirá!, sería nuestra frase preferida.

Quienes padecen de esta distorsión, deben contar con la absoluta seguridad, que sus distorsiones son totalmente corregibles. Al principio no podrán creerlo, pues así han estado viviendo durante años o decenios. ¿Pero por qué razón, no empezar desde ahora mismo?

¡Manos a la obra! Carguemos siempre con nosotros unas tarjetas en las que anotemos el problema que nos ha surgido. Definamos el problema en su justa dimensión. Escribamos las cualidades y factores de ventaja a nuestro alcance: nuestras habilidades, ayudas que otros puedan proporcionarnos, etc. Anotemos las opciones de solución, y tomemos el compromiso de empezar a enfrentar los hechos. Hechos "reales", y no "imaginarios". Si hacemos de esto una práctica, presenciaremos verdaderos milagros de solución.

Critilo considera, que todo lo anterior es cierto, y que no basta que lo pensemos y lo tengamos plenamente consciente, sino que resulta indispensable que hagamos de todo esto, una "nueva conducta" en nuestras vidas.

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